Mostrando entradas con la etiqueta José Antonio Conde. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta José Antonio Conde. Mostrar todas las entradas
domingo, 18 de julio de 2010
Ciegos o lúcidos en el infortunio
Ciegos o lúcidos en el infortunio, estaré con ellos:
con las adúlteras que perdieron su guión en los papiros del deseo, con la rabia de los cornudos en el vértice del compromiso, con el especulador de primaveras, con los borrachos que endurecen la geometría de su hígado, con el hijo que envejece junto al sauce de la utopía, con las víctimas de la violencia que ocultan sus naipes en el temor, con los inquilinos de la fábula y también con las muchachas que sobreviven al cortejo de los púlpitos.
Con todos aquellos que soportan la exigencia del áspid, estaré con ellos.
José Antonio Conde
sábado, 17 de julio de 2010
Me arrepiento
Me arrepiento de llevar el ámbar hasta la ciénaga, de invadir la memoria del cobarde con la brújula y el silogismo.
Me arrepiento de este jardín suculento de burdeles, donde el humo pertenece al huésped y nada es pólvora sino crecimiento en la náusea.
Me arrepiento de querer la ganancia de tus labios, de negar el perfume en el cónclave del cuerpo.
Furtivo en la morada de la bestia, soy adicto a las estrellas y me arrepiento.
José Antonio Conde
viernes, 16 de julio de 2010
CHIYO
Visión de libélulas, en la distancia sus notas vulneran el aire. El dolor oculto tras el papel, los dedos fríos, callados… .Tras el silencio, la oración del agua y tantos días frente a la nieve, tantos días hijo mío para no ver la aurora.
Qué pesada es la carga del horizonte, paisaje reducido, hiriente primavera.
El sauce gotea,
a lo lejos mi hijo
dobla el otoño.
Chiyo-Ni es una de las mayores poetas de haiku del Japón. Nació en 1701. Comenzó a escribir a la edad de siete años, aprendió haiku de Skikoo, uno de los discípulos más famosos de Matsuo Bashoo. A los veintisiete años quedó viuda y un año después perdió a su hijo pequeño. Con cincuenta y cuatro años se hizo monja budista. En 1775 subió a las estrellas
Desde el bosque más próximo a mi pecho, nos une un verbo, nos separa el infinito.
José Antonio Conde
jueves, 15 de julio de 2010
MANUELA
Pequeña en el auge,
plural en la tempestad del cáliz.
Entre la sangre forzada y la multiplicación del pulgar,
hay vértigo de dioses.
No se aprecian signos de mastines.
En el nombre del alza,
el espejo miente.
Nunca más pronunció una sola palabra. Cuando alguien la llamaba, Manuela salía corriendo y se acurrucaba en el portal de la escalera, abrazándose a un collar de golondrinas golpeadas.
José Antonio Conde
miércoles, 14 de julio de 2010
IRINA
Incendio en los besos.
Resta y delirio donde la ausencia fija su morada.
Soliloquio en la invisible caricia,
en el rostro que esparce la infancia sobre párrafos de nieve.
Han emigrado los ángeles,
les asusta la inocencia de los tanatorios
Irina derrama su arpa en el musgo. Un atentado en la escuela de Samara acabó con la vida de su hija y de varios de sus alumnos.
Una vez al año, vuelve a las sílabas de lo atroz, a la épica de la asfixia, depositando en el suelo una túnica de magnolias y un libro de Tosltoi.
Dicen los habitantes más próximos, incluso los campesinos de las dachas, que todos los días, a la misma hora que fue lanzado el obús, las magnolias supuran sangre y una caravana de lamentos se arrastra por las páginas del libro.
José Antonio Conde
martes, 13 de julio de 2010
He sido medalla en el hambriento
José Antonio Conde
He sido medalla en el hambriento,
placenta consagrada a los perros
en el almanaque del roce.
He sido barro en la ingle,
oración en el surco del placer,
diluvio en la sed del masto.
He sido la diferencia que cubre la trampa.
José Antonio Conde
He sido medalla en el hambriento,
placenta consagrada a los perros
en el almanaque del roce.
He sido barro en la ingle,
oración en el surco del placer,
diluvio en la sed del masto.
He sido la diferencia que cubre la trampa.
José Antonio Conde
lunes, 12 de julio de 2010
CLAUSTRO
Con las últimas cicatrices del alba, una evasión de ajedreas
vuelve a los claustros donde el sollozo de las ocarinas desgasta el
paso de una criatura que se oculta entre lápidas y cuya palidez
despierta en las túnicas de las vírgenes un estrépito de rosarios, un
acoso de lenguas que enmudece las celdas cuando en el hueco de
un beso deja su plumaje de escarcha.
José Antonio Conde
domingo, 11 de julio de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)