Mostrando entradas con la etiqueta Cristián Gómez. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cristián Gómez. Mostrar todas las entradas

domingo, 4 de junio de 2017

VEN Y COGE




Yo quiero escribir como Gastón Baquero

y dármelas de inocente. Saludar a las montañas

como si fueran compañeros de lucha y una vez que estemos

instalados en el poder traer a los violinistas

para que a alguien se decida a dar por cierto

lo que otros entienden por verdad.



Dejar de lado las rimas interiores, hacer

cuantos sacrificios sean necesarios

para dar por terminadas esas

murallas que nos permitan hablar

de los escombros. Yo quiero

tener un as bajo la manga,

escuchar los gritos destemplados de mi hija

cuando está ensayando con el chelo

y los conciertos de Brandemburgo

sean ese nombre escrito sobre la arena

que las olas se niegan a borrar. Quiero

verla sonreír cuando inclinándose

después de la última nota salude al público

que no quiere dejar de saludarla.

Todavía se escuchan algunas

notas que no han abandonado este teatro.


Cómo se dice en este idioma

que los parrones están

preñados de uva, cómo se dice cauceo

con tomate y cebolla picada finitica:

la abuela Ana tenía un restorán

pero no era mi abuela

y mucho no conozco de esa historia.


Cómo se dice en este idioma

palomas de carbono catorce, amigos

como juncos en el agua, cómo se dice

las montañas nos rodean a propósito

para que el aire que respiramos

sea el mismo que dejamos de respirar.




Cristián Gómez



sábado, 3 de junio de 2017

QUE INEVITABLE EMPIEZA






Yo resistí la tormenta, Yo derroté mi exilio.

E.P



Arrojarse al mar para que el agua se purifique

sólo lo puede hacer un adolescente vestido

con un uniforme de colegio y en la cara



el espanto de haberlo visto todo

con los ojos abiertos y cerrados,

pero insiste, pero insiste porque



es capaz de soplar más fuerte que el viento

para apagar las velas de una torta que

no celebra ningún cumpleaños,



un pastel maldito, una verdadera delicia

para los amantes de las calorías

y las grasas saturadas, una



receta con la que nuestras madres se aseguran

de que vamos a chuparnos nuestros

dedos delante de nuestros



invitados: enamórense, por favor,

enamórense en nuestro nombre, hagan

realidad eso de que la belleza



será no me acuerdo cuál era el adjetivo

o no será: yo fallé pero lo reconozco

yo también tuve mis tardes en esa plaza



tirados sobre el pasto engendrando

una cuenta de hospital de la que

haríamos por supuesto a otros



responsables, sacudiendo los chalecos,

limpiándonos el pelo de esas huellas

del tiempo perdido, de los dientes



de león heredados incluso

en nuestras ropas interiores,

libérense de ese lastre que significa



graduarse de cualquier cosa

y por lo que más quieran en este mundo

traidor como ninguno de los otros mundos que



conozco: olvídense, olvídense y olvídense.

No importa que la ropa sea prestada

siempre y cuando uno sepa ponérsela,



más importante que llegar sin invitación

es identificar rápidamente al dueño de la casa

averiguar si es hincha o no de algún equipo



y en el caso de haber entrado al velorio equivocado

saludar a la viuda dependiendo de la edad y de cuantos

hijos tenga. El resto se aprende con los años,



las calles de la ciudad se convierten en un mapa

después de mucho haberlas recorrido

cargando con las bolsas del supermercado



y esos libros que no vas a leer ni tampoco necesitas,

para dormir hay que dejar que las ovejas entren

al corral como las palabras que vamos



aprendiendo para derrotar al exilio es imprescindible

una adolescencia que alimente los recuerdos

porque resistir la tormenta es una cosa



otra muy distinta meterse al mar

sabiendo que las olas son un muro

que no necesita obreros ni ladrillos



para formar una casa si estamos dentro

para ser un puente si quisiéramos cruzarlo

ya estaba allí antes de que nadie lo construyera

y seguirá cuando terminemos de derrumbarlo.




Cristián Gómez




viernes, 2 de junio de 2017

EL JEFE DE OBRA O LOS MISTERIOS DEL HORIZONTE (demasiados anhelos de escribir en el pasado)





Recuerdo, por ejemplo,

aquellas muchachas que alguna vez perseguimos

hasta sus casas, yo lo recuerdo, hoy son esas señoras

cargando con las bolsas del supermercado.



Nosotros somos un caballero en bicicleta con una

cortadora de pasto, nosotros que las perseguíamos

hasta sus casas, muertos de un ataque al corazón

por las deudas impagas del misterio



Yo lo recuerdo si miro al horizonte.



¿Era entonces en serio?



Las muchachas que perseguimos hasta sus casas

hoy tejen chalecos en una casa de reposo

cobran el montepío en un número de cuenta que no es

el nuestro

ni bañan sus espaldas con el aceite efímero de mis manos

para un sol que impertérrito nunca reparó en sus edades.



Pero si vuelvo a mirar al horizonte las veo otra vez

enemigas de lo absoluto, eternas humoristas

cuando el sol parecía brillar para siempre

en la falda más hermosa y la más vieja

de aquellas muchachas de antaño

casadas con un buen partido del ayer

antes de que el futuro sólo fuera esto.



Yo lo recuerdo, señor capataz.

Hoy soy esas señoras.

Cargando con las bolsas del supermercado.

Cada vez que miro al horizonte.



Cristián Gómez










jueves, 1 de junio de 2017

NO SE EQUIVOCABAN LOS MAESTROS (museo de bellas artes, versión libre)




Alguien cree estar escribiendo en el fin del mundo,

pero no puede negar que el camión de los helados

está pasando nuevamente por el parque donde

los niños se arremolinan a su alrededor y la



descripción del paisaje no ha cambiado

porque el ojo del que mira no ha cambiado:

confía impertérrito en que el mundo es una

catástrofe tranquila, una reunión de nubes



diríase que de paso por el cielo

sería el único argumento convincente

para encerrarnos a conversar en un café

:de cualquier cosa, menos de las nubes.



Nadie tiene ganas de salvarse de nada

pero sí de tomarse un par de chelas, de

las últimas profecías sobre algún remoto

apocalipsis las palabras tienen poco que



decir: las danzas de la muerte, un anillo

en el dedo de los que no alcanzan a apretarse

el cinturón, aunque nada tengo en ello que

ver la improbable falta de presupuesto:



y es cierto que no sabemos distinguir

como le gusta enrostrarnos a los catedráticos

de las plazas más preciadas entre el cierzo

y el mistral, ok: touché. Así decía mi hermano



cuando hacíamos esgrima con palos de escoba

y terminaba sacándome cresta y media cuando

a los dos se nos pasaba la mano con el ardor de

los guerreros: él moriría poco después, tendido



en una cancha de fútbol, mordiendo no sé

si con desesperación el pasto, de seguro

ya inconsciente, producto de una falla en

el ventrículo derecho del conjunto arterial.



El camión de los helados pasa haciendo sonar

la sirena, los niños están a punto de alcanzarlo y

el conductor sólo piensa en lo fácil que será entregarle

las planillas al supervisor del turno de las mañanas.




Cristián Gómez




miércoles, 31 de mayo de 2017

EDUCACIÓN CRISTIANA Y MILITAR (bosque)




La poética de convertirlo todo en una dedicatoria

y encontrar las razones más nobles para justificar

un nombre en sus últimas páginas. O encontrar



la nobleza en el mismo nombre, deletrearlo

como un hechizo y encontrar su razón en que

simplemente exista. Como si fuera un broche



de oro, leerlo allí donde le dé pleno sentido

a un conjunto de otra forma informe. La

necesaria unión de las palabras y las cosas



como en una especie de lenguaje originario

antes mucho antes de la caída. Por eso,

Dami, tu inclusión en el final es el



principio, eco sin más de versos más

nobles –lo reconozco– como si se tratara

de una metáfora digna de otros poemas



pero no de mejores causas. El que hayas

leído con esa confianza ciega que uno

le tiene a los realistas del siglo antepasado



y le hayas doblado la mano a esos camioneros

de cuello y corbata que no podían comprender

tu acento porque no querían comprender tu



acento y el que duermas semidesnuda

para recordar el calor del que provienes

y anotar en la lista del haber las visitas



a tus parientes en la veintisiete calle

donde se hace salud con un humor

además de negro, involuntario



en nombre de aquellos que están

ausentes de la mesa pero cuya foto

sin embargo la preside: por haber



visto cabalgar sobre sus tanques

a aquellos que hoy en día

cabalgan sobre silla de ruedas.



Nos emperifollamos con orgullo

de overol en lugar de anteponer

el disfraz al uniforme. Volantes



de quite y sacrificio, la suma

de los árboles no alcanza para

que le digan: bosque. En el



patio del colegio de los curas

(la única razón por la cual no

podemos dedicarles este libro)



ninguno de ellos tenía un nombre

como el tuyo: bíblico, cubano, y real.

Deja que sean las abejas las que traigan



la miel hasta tu boca. El hombre que cubre

sus manos y su cara no es capaz de confiar

en ellas y escribe sobre la pantalla de su computador

con tinta y pluma de ganso.




Cristián Gómez




martes, 30 de mayo de 2017

ALFABETO PARA NADIE





La insoportable avaricia estival de los insectos

ha contagiado a mi mujer. Suele pasearse por la pieza

exhibiendo con desdén un portaligas, relamiéndose



en la erección de sus pezones. Apenas si puedo estudiar.

Las niñas juegan arriba, en el comedor, donde la abuela

las reprende porque no la dejan escuchar su teleserie.



Los pájaros siguen con su habitual estruendo dentro de

la jaula y el calor le sirve de excusa a Damaris para quitarse

además las medias como última prenda. Cierro un libro



que habla sobre la peste negra que asolara Europa durante

el medioevo, en el cual se detallan algunos de los tratamientos

a que eran sometidos los pacientes, en cuanto se les detectaba la



enfermedad: aislamiento, amputaciones, sangramientos que

solían llevarlos a la muerte de manera mucho más rápida e

involuntaria. Aquellos que lograban sobrevivir durante más



de una semana, solían ser abandonados a su propia suerte en

medio del campo, con la absoluta prohibición de acercarse a las

ciudades. Se les veía vagar como encarnaciones de la muerte,



pidiendo cualquier cosa para comer, los ojos salidos de sus córneas

producto de la fiebre y la desnutrición, acosados asimismo por el

verano, insaciable como la avaricia de los insectos

que pululan entre las llagas de sus heridas.



Cristián Gómez




lunes, 29 de mayo de 2017

ÚNICA FE (My only faith's in the broken bones and bruises I display)



Lo único que le pediría a los encargados de los departamentos de

español es que de una vez por todas comenzaran a enseñarnos

español. No creo en la inmersión, no creo lo del communicative



approach, perdónenme: pero tampoco le creo a ninguno de

ustedes (cada vez que dicen la tema de hoy en una clase

de estudiantes de post-grado, cada vez que me preguntan



¿cómo está tu marida? y ganan esos mismos ochenta

mil dólares con que podría financiar las visitas al

médico de mi hija. No tengo nada en contra de



ustedes, pero de una vez por todas déjense de confundir

literatura con buenas intenciones, no hay nada más

insoportable que la mentira consuetudinaria de



elevar la visión de los vencidos a la categoría de un

clásico que les asegurará un par de becas y muchas

pasantías en esos lugares de los que tanto han



aprendido, salvo su lengua: han visitado tantas veces

el mismo Santiago que me vio morir, pero literalmente

no se han bañado nunca en el mismo río que nosotros:



al menos dejen de cobrarnos los impuestos que antes

nos cobraron con la figura ominosa de una tradición

a la que tampoco pertenecimos ni me interesa: esos



listados infinitos son la guía telefónica de la exclusión,

la evidencia de que no les interesa ni en lo más mínimo

la poesía dolorosa de los adolescentes si no viene con el



respaldo de la familia, esas casas patronales de las que

el patrón todavía no ha salido, acuérdense por un momento

antes de subirse en el avión que los llevará a la próxima



conferencia de esa hambre por saber cuáles eran las

verdaderas influencias de neruda, cuál (de todos los

vanguardistas parisinos había sido verdaderamente



amigo de huidobro. Por eso olvídense de las justificaciones

que llevan al pie del cañón y/o debajo de la manga para

sacar de las listas de lectura obligatoria a virgilio



piñera pero incluir por obligación a borges, no vuelvan

a preguntarnos con desdén de dónde salió bolaño ni

qué ha escrito el junot díaz ese porque de borges



(ni más ni menos) es de donde provienen bolaño y

tantísimos otros, no vuelvan a dejarse llevar por

esas ridículas cartas de recomendación que han sido

escritas en la misma serie de producción que el ford T

y las zapatillas de michael jordan, no sigan menospreciando



las publicaciones hechas en revistas marginales de

latinoamérica ni la tristeza de ese peer reviewed system

que sólo puede convencerlos a ustedes, los estudios



culturales están tan caídos en desgracia como la agenda

que los justifica, la paz seguirá dominada por santa cruz

mientras los mismos bolivianos no decidan lo contrario



aun cuando vuestras clases sobre alcides arguedas sean

profundamente intrascendentes, al igual que los amantes

de sendero refocilándose en la lectura de arguedas, que no



tenía mucho que ver ni con sendero ni con ustedes, borges

era asquerosamente clasista pero no por eso deberíamos

dejar de leerlo, sino aprender por sobre todo a releerlo



hasta el cansancio y recordarlos a ustedes con cariño

pensando en la manera en que han envejecido tanto

ustedes como su hippismo trasnochado, su acomodo



resiliente desde esa academia con la cual no pudieron

cambiar ni el mundo ni la academia, pero tal vez nosotros

puesta la fe en nuestros huesos quebrados, en nuestros moretones



tengamos que cruzar el río cuando las cartas nuevamente

estén echadas y el final ya se conozca y aunque todos nos

digan que ya no queda nada por hacer juntemos las manos

para rezar: pidiendo gallardía en el combate.




Cristián Gómez




domingo, 28 de mayo de 2017