martes, 31 de mayo de 2011

PISANDO LOS CHARCOS






Estalló el vendaval súbitamente.
Caminábamos absortos
sobre los charcos,
a lomos de una inocencia ciega
que resbalaba
entre toboganes de gotas,
bajo los aleros
de los palacios renacentistas.

En el ruido del agua
nos ocultábamos
de nuestros dragones
y el uno del otro.

Mas silenciosa
regaba la lluvia
secretas semillas, enterradas
en nuestro corazón fértil,
y mil lirios azules
nos nacieron de repente
en el pelo.

Así sin darnos cuenta,
entramos en un túnel
sin retorno.
Y donde un día imaginé
un jardín soleado de nardos blancos,
sólo sentí un vértigo oscuro,
al perderme hacia abajo en tu cuerpo.



Anaís Pérez Layed


lunes, 30 de mayo de 2011

REPTANDO CADA NOCHE






Reptando desde mis rodillas,
como una enredadera envenenada,
con tu recuerdo trepas,
cada noche, el tronco abierto
de mi cuerpo.

Embriagada vivo
en el perfume
de tus moradas flores.
No puedo aniquilarlas.
Como inmortales murciélagos
se enganchan a mi sangre.

Y asisto a toda fiesta
en callejones y palacios.
Confundida en el tumulto
de algún incandescente lecho,
intento llenar al límite
la copa de mi vida,
que rebose hasta escupir
tu nombre.

Y tú
mientras yo río y bebo
me persigues
y mil sensaciones tuyas
aprietan mi garganta
hasta asfixiarme.




Anaís Pérez Layed


domingo, 29 de mayo de 2011

Semana dedicada a Anaís Pérez Layed



10 de Octubre





10 de Octubre

Y, sin embargo, hablo, sonrío,
converso con aquellos que quieren escucharse
y me convierto en eco de sus palabras solas.
Paseo por el parque de olmos centenarios
y cuando veo un sauce que baja como lluvia,
vuelvo a identificarme.
Paseo, pienso, converso con mi sombra.
Mientras, un hombre serio vestido con un mono
barre las hojas que caen tercamente.
Innecesarias hojas que la escoba convierte
en montones informes de basura pardusca.
Innecesaria, camino, innecesaria,
viéndome en los reflejos del agua prisionera,
innecesaria: cayendo al río torcido
de mi sangre golpeada,
como las hojas, el tiempo, la ceniza.
Innecesaria, y vivo, innecesaria.
Innecesaria, y me dejo vivir en las alcobas,
entro en los almacenes y en las cafeterías,
sostengo las cucharas y duermo y os sonrío,
y extraño las escobas, necesarias y bellas,
que van amontonando las hojas concluídas.



Manuela Fernández Santamaría


sábado, 28 de mayo de 2011

4 de Octubre





4 de Octubre


Aprisionada entre el metal, el asfalto,
la sal y el cemento, entre las ruinas
generacionales y el cielo despiadado.
Retorciéndome como una serpiente
o como un lagarto de escamas verdosas,
ofreciéndome en los mercados de marchitas verduras,
comiendo con sistema y durmiendo
con obligado horario cada noche,
huyendo por las rendijas luminosas,
mirándome en vergonzosos y desolados espejos,
metiendo las manos garganta abajo,
pecho abajo,
para extraer el vómito.

Mientras, la sangre sigue en las arterias
arrastrando innumerables circulacioenes,
viajando como un tren lleno de pasajeros.

¿Dónde encontrar los ojos de la noche?
¿Dónde la rosa, el águila?




Manuela Fernández Santamaría


viernes, 27 de mayo de 2011

Ascendí por los años





Ascendí por los años buscando tu sonrisa:
crucé días como racimos de sombra,
trepé desde el crepúsculo a la aurora,
atravesé las charcas oscuras de la noche.
Para reconocerte cerní la muchedumbre,
fui levantando máscaras de piel y porcelana,
anduve en los desfiles, hablé en las asambleas,
y cuando, al fin, llegaste se despobló la tierra.




Manuela Fernández Santamaría


jueves, 26 de mayo de 2011

Nada puedo decir






Nada puedo decir. Las estrellas
acuchillan la noche, y la luna
cuelga en el hueco del espacio estéril.
El cielo, como un cíclope negro,
vigila con su ojo redondo y giratorio.
Muda, a tu lado, nada puedo decir.
¡Cómo te amo! Mis pensamientos
viajan en la sombra, libres, alados,
y mi boca olvidó las palabras.
Es perfecto este instante. Tu silencio
roza mi pelo como una caricia,
como el descenso leve de la mariposa
sobre el cáliz abierto del almendro.
Tan cerca estoy de tí que se borraron
los contornos agudos de mi cuerpo.
Nada puedo decir. Nada me falta.
Diluída en tu sangre te recorro
dentro de tí me siembro y me disgrego.
Fuera de tí no hay nada. Abrázame,
transmíteme más vida en cada beso.
He soltado todas las palabras
y sólo el pensamiento alea todavía
como un pájaro loco debajo de mi frente.




Manuela Fernández Santamaría


miércoles, 25 de mayo de 2011

Si encuentro una alegría






Si encuentro una alegría la atrinchero
socavando el dolor profundamente,
me desvelo en su borde tenazmente
con vocación de muro y carcelero.

Si encuentro un breve sueño me apodero
de su vuelo fugaz y, fieramente,
lo aprieto entre mi puño firmemente,
lo mimo y lo alimento con esmero.

Cuánto esfuerzo banal, desvelo fútil:
si lanzara mis redes contra el viento
no obtendría cosecha más inútil.

Se divierten las penas del intento
y entrona la rutina su dios útil
condenando mi vida a su tormento.




Manuela Fernández Santamaría


martes, 24 de mayo de 2011

Preguntas por mi llanto










(con Rabindranah Tagore)


Preguntas por mi llanto
y yo no sé la respuesta de mis lágrimas.
Yo no puedo explicarte mi tristeza
mientras mis lágrimas no cuenten
el secreto del llanto que las vierte.
Es, quizás, el anochecer que baja
con pasos silenciosos
a encender las estrellas apagadas
quien desprende las nubes
y las extiende sobre mis mejillas.
Entonces mis lágrimas serían
manantiales celestes
y mi árida piel las absorvería tiernamente.
Entonces, el secreto de mi llanto
sería como el de la lluvia sin caer.

Pero la noche ha pasado
y mi cara está húmeda
y no sé la respuesta de mis lágrimas.
Es, quizás, la mañana
que no he visto llegar entre los montes
porque me dormí con mi tristeza.
O la noche, que se ha ido
sin que yo velase su partida.
Entonces mis lágrimas serían
por haber perdido entre mi llanto
al día que llamó sin despertarme
y a las estrellas que abandoné.




Manuela Fernández Santamaría






lunes, 23 de mayo de 2011

Llegó trepando la marea







Llegó trepando la marea tras la huella
y sepultó los rastros tibios.
Las pulidas arenas y las conchas marinas
se sumergieron con los pies esculpidos
y la sal entonó una canción amarga.
La orilla sólida se transformó en espuma
leve, cambiante, transitoria:
un segundo y fue agua,
un instante de sol y fue salitre.
El mar llegó hasta mis rodillas
y destruyó la senda que moldearon
mis pasos en la playa.





Manuela Fernández Santamaría


domingo, 22 de mayo de 2011

Semana dedicada a Manuela Fernández Santamaría







GATO TOMA EL FRESCO A LA PUERTA DE SU CASA




Me sentaré a la puerta de mi casa.
Pero no según dicen los cánones
para ver cómo pasa mi enemigo
convertido en cadáver. ¡Sólo faltaba eso!

Si mi enemigo quiere pasar es cosa suya,
no espero ni su muerte ni su entierro,
y menos estorbando mis horas de reposo.
Si se muere, muy bien, ¡pues que le lloren!
y peor para él si vive eternamente.
Pero que a nadie se le ocurra
venir a pasearme los despojos,
porque puede que el muerto, sin saberlo,
termine por tener algún amigo
que le acompañe al último viaje

¿O es que no va a poder sentarse uno
delante de su puerta
sin que le pasen muertos por la cara?



Enrique Gracia Trinidad


sábado, 21 de mayo de 2011

TENGO QUE VOLVER A LEER AL DANTE






“Perded toda esperanza” es lo que pone en el cartel,
pero no para de sonar la puerta.
Entran y salen sin cesar, sin miedo,
como el que nada tiene que perder
(ni la esperanza)
Tal vez esté el cartel equivocado,
o yo no lo recuerde como estaba en la historia;
es cierto que hace tiempo que dedico mis fuerzas
a otras comedias más mundanas pero no a la divina.
Me fijo bien, uso mis gafas, miro
con toda mi atención. Sé que no me equivoco:
La puerta del infierno es la puerta del mundo.



Enrique Gracia Trinidad


viernes, 20 de mayo de 2011

TERCERA CRÓNICA DEL GUARDIÁN (El Hechicero)





"... Ma se senza ingiuria vostra io potessi fruirlo, rendetevi certo che
saria in me quella letizia ch'essere in alcun uomo sia possibile."


(Ludovico Ariosto, Il Negromante)



El hechicero acaba su tarea,
acaricia su barba satisfecho
y sus labios se curvan en lánguida sonrisa
—la que debe tener todo alquimista que aprecie su trabajo—.

La luna se despide como un guiño
de los últimos juegos de la noche.
La lechuza es un bus que aún lleva luces
y susurra un final, como Louis Armstrong,
de Jazz expresionista.

Recoge los papeles, guarda todas las fórmulas en verso
tras el aparador de palisandro
mientras un gato insomne y circunspecto,
con el lomo de azúcar y de miel, afirma silencioso
que él ya lo sabe todo
Va tapando los frasco uno a uno,
los matraces de esencia,
las redomas con uña de lagarto y ese polvo amarillo de mandrágora
que hace azules los sueños.

El horizonte empieza a recitar
una canción de cuna para la espalda de la noche.
Es hora de acabar los sortilegios,
que descanse el mercurio en su probeta y el ala de murciélago en el aire.
Los Rollings sustituyen al Cármina Burana.

El hechicero cuelga el mandilón,
se cambia de zapatos, deja su gorro frigio en un estante,
anuda su corbata de seda milanesa,
y se va a la oficina como todos los días.



Enrique Gracia Trinidad


jueves, 19 de mayo de 2011

RAZÓN DE ESCRIBIR





Escribir para un tiempo
en el que no estaremos para nadie,
y en el más favorable de los casos
seremos una máscara de polvo
maquillando los libros de alguna estantería.

Escribir para un siglo, si es que llega,
menos oscuro y torpe que este siglo.
Dejar impresa la memoria:
papel, disquetes, vidrio, cerámica esmaltada,
ámbar, cuarzo o moléculas de gas.

Hacer que las palabras naveguen al futuro
como si fuesen barcos de papel
que sobrevivan hoy a su naufragio.

Escribir por si alguien, algún día,
tiene un dolor de corazón idéntico
o sufre una alegría semejante.



Enrique Gracia Trinidad


miércoles, 18 de mayo de 2011

CUESTIÓN ALIMENTICIA



Los dioses comen siempre de la mano del hombre, del que encarna el olvido o del que ofrece incienso.

Se tañe una campana y hay un dios que se asoma.
Si abrimos una puerta, otro se aleja para siempre.
Parecen muchos pero tal vez es el mismo con varios pasaportes y disfraces como un espía de película.
—Tal vez es sólo el hombre la medida de la divinidad, de su abandono y su recuerdo—.

Cuando un fusil dispara, nadie sabe si los dioses se ocultan o sonríen, nunca estaré seguro de si es burla, vergüenza o falta de memoria.
Cuando alguien sufre sin culpa y sin remedio, los dioses se distraen picoteando como palomos en la palma de algún traidor a nuestra especie.

Nunca se dan por satisfechos, jamás detienen su voraz costumbre.
Están siempre a la mesa de la vida para que los mortales alimentemos su poder con miedo.
Más que comer, devoran. Por si acaso, yo cierro el puño y guardo la comida, no me fío de ellos.


Enrique Gracia Trinidad


martes, 17 de mayo de 2011

SI TÚ NO ESTÁS





A Andrea


El Paraíso debe estar vacío.
Si tú no estás, quién va a querer estar.
Sé que andan de tertulia por la puerta,
incluso Dios mira el reloj y fuma
y se hace el remolón hasta que llegues.
Entonces todos entrarán de golpe.




Enrique Gracia Trinidad


lunes, 16 de mayo de 2011

CONTRAFÁBULA




El mundo está repleto de insectos ahorradores,
hormigas laboriosas,
arañas tejedoras,
listos escarabajos que atesoran
estiércol y otras santas inmundicias,
y orugas que se guardan, por guardar, a sí mismas,

Así que tú, cigarra,
cómplice del verano, prima hermana del grillo,
no pares de cantar, rompe la tarde,
pon música a la siesta.
No hagas caso a la hormiga,
que reviente de grano su despensa.

Cigarra amiga, cantaré contigo,
que la vida no es más que lo que aquí cantemos.



Enrique Gracia Trinidad


domingo, 15 de mayo de 2011

Semana dedicada a Enrique Gracia Trinidad










No es mi aura, no





No es mi aura, no.
Son las luces de El Corte Inglés.
Lo que ves en mi cara
no es una sonrisa,
es un escaparate.
Es una tienda.
Es una barra libre.
“Entra y coge lo que quieras”.
Hoy estoy de rebajas,
hoy acaricio gratis.
Hoy me vendo
a este mar de gente
que espera el semáforo
que tan bien me conoce,
porque no me conoce nada.
Hoy regalo palabras.
Hoy estoy de promoción.
Hoy podría convencer a cualquiera
de que me comprara un rato,
de que me amara toda la vida.

Mañana cambio el escaparate.



Carmen Ruiz


sábado, 14 de mayo de 2011

Una manada de dedos





Una manada de dedos
que busca el sur.
No puedo decirte más.
Solo que un animal eterno
duerme bajo el blanco que acaricias.

y que a veces desea matarse
aunque se ría a gritos.
O quizá por eso.

Una manada de dedos
desnortados
que busca la partitura prevista,
sin saber que esto no es un piano.
Esto es una suma de imprevistos,
un fallo en los planes .

-No puedo con tus aullidos
-Es el animal riente.

Imaginabas una sonata de diario,
un Gershwin azul para salir a cenar,
una concesión a las vanguardias,
incluso.

Demasiado convencional para tanta disonancia.

Debería sonar así,
pero fui un cambio de planes.
No puedo decirte más.



Carmen Ruiz


viernes, 13 de mayo de 2011

En el vestíbulo con chapines rojos





En el vestíbulo con chapines rojos,
triste final de piernas venosas,
me reconocerás por una cicatriz en la rodilla
cuando me agache a recoger los inviernos perdidos.
Te diré entonces que abandones la esperanza
de volver a ver las casas volar,
el technicolor devoró los huesos de madera
mientras te dabas placer sobre baldosas amarillas.
Y no te creerás que has envejecido
y que el perro ya no vive
y que alguien acabó con los ciclones
y que nunca supe cantar.
Cuando golpee los talones
te fijarás en que el charol no brilla,
brillas tú de manera ridícula.
El cuento es cruel.
A mí me ha hecho bruja del Este
y a tí hombre de hojalata.



Carmen Ruiz


jueves, 12 de mayo de 2011

Todas las palabras se equivocan





Todas las palabras se equivocan,
o, al menos, ninguna te dice.
Beso no es beso, es ansiedad o miedo.
Miedo no es miedo, es boca o fin.
Fin no es fin, es miedo o mucho miedo.
Miedo y piel suman lo contrario de rutina,
que es aventura, que es un pretérito camuflado
de los cuentos que nos contamos
de los libros que no habitamos.
Gente no es gente, es tú y yo,
y palabra no es palabra, es tu voz,
y el vacío de tu voz es el silencio.
Silencio no es silencio, son nuestras noches,
y calendario son días que arrastraremos.
Arrastrar es arrastrarme hasta tu beso,
que no es beso, sino palabra.
Palabra equivocada que no me dice,
boca sabia que es silencio.



Carmen Ruiz


miércoles, 11 de mayo de 2011

Amorcito





Nos conocimos en Siberia,
luego,
teníamos la obligación moral de calentarnos mutuamente.
Yo te frotaba las orejas,
tú me masajeabas los pies.
Yo te arropaba hasta los hombros,
tú me vestías de aliento.
Calentitos y desnudos,
nuestro domingo murió de fiebre.
El golpe de frío al abrir la ventana fue tal,
que en Siberia quedó
un mausoleo en nuestro nombre.


Carmen Ruiz


martes, 10 de mayo de 2011

Sin llamar





Entra en mi cuerpo ordenado,
recorre los cuartos y balcones
proyectados al revés.
Mis salones están llenos de vitrinas,
cristales de tierra y espejos.
Una azotea de conchas de mar
y arena en la boca,
una manta de pasto azul
en el bajo vientre.
Siete pasillos ciegos
llevan a mi nada,
a mi útero asombrado
de tanta soledad.
Camina por él.
Hiérelo, si quieres.
Si quieres, cómetelo
o duérmete en su vacío.


Carmen Ruiz


lunes, 9 de mayo de 2011

Déjà vu






Me visto y me agarras por la cintura
y hueles mi cuello
antes de ponerme la blusa.
Y te sonrío con los ojos
y te muerdo los dedos porque los dos sabemos
que esta escena es repetida,
que hace un tiempo,
en otro cuarto,
tú agarraste otra cintura
y yo mordí otros dedos
y cada cual creía entonces
que no se podía ser más feliz.




Carmen Ruiz


domingo, 8 de mayo de 2011

Semana dedicada a Carmen Ruiz










Mi nombre es cualquier nombre




Mi nombre es cualquier nombre,
ninguna voz es mi voz,
mis sueños, sólo eso, sueños,
prisiones mis versos son:
cadenas que me encadenan,
sirenas mudas
que olvidaron su canción,
sus cánticos, como alaridos,
son puñales suicidas de la razón,
destronados ayeres
que ya nunca serán hoy.

Vine de la nada más inmensa
y a la misma nada voy.
Vine solo, desnudo, errante, cansado,
en silencio.
Y así,
en silencio,
cansado, errante, desnudo y solo
me voy.


¿Acaso no veis mis manos
temblorosas de pavor?
¿No escucháis los latidos
de este torpe corazón?
¿Acaso no estáis ciegos
¡sí, ciegos! tan ciegos
como lo estoy yo?

Llamadme hambre,
fuego,
sombra;
llamadme viento,
lluvia, trueno,
ardor.

Llamadme estiércol,
tierra estéril,
inconsciente
y también marchita flor.

Llamadme, si queréis, don nadie,
cobarde,
embustero,
perro, torpe,
hombre, tonto, nada,
llamadme pobre soñador.

Cortad mi cuerpo en pedazos,
arrancadme el corazón,
para nada me sirve ahora,
que en mi destierro
uno y uno no son dos;
enterradme en cualquier esquina,
bajo un sol abrasador,
que encharquen mil aguaceros
la tierra que me cubrió,
pero que nadie me llame barro,
eso nunca,
eso no,
que esa palabra hermosa
no la debo pronunciar yo.


Ya no quiero más palabras,
se me quiebra hasta la voz;
mudas quedarán mis letras
en el olvido de un rincón.

Sean estos versos que escribo
mi testamento
y mi dolor:
albaceas os nombro a todos
de esta torpe ensoñación.
Y cuando ya me haya ido,
desnudo,
vencido
y solo,
sin decir siquiera adiós,
entonces
podréis llamarme poeta
y también embaucador,
al fin y al cabo ¿qué importa?
¿Qué importa lo que soy?



Emilio Gómez


sábado, 7 de mayo de 2011

Cara o cruz





Marché a firmar la paz conmigo mismo,
a rogarle al silencio que no grite,

a bailar en el borde de un abismo
que comienza y termina en este envite.

Trasnochador y avieso el corazón,
desde la noche al alba bien despierto;
sonámbulo al albur de la razón
fui poco más que arena en el desierto.

Jugador de ajedrez, con mucha calma,
y sabiéndome en manos de la suerte,
aposté a cara o cruz mi propia alma
bebiendo a grandes sorbos vida y muerte.

Y salió cruz. La suerte estaba echada:
perdí todo y gané tan solo nada.



Emilio Gómez


viernes, 6 de mayo de 2011

Recordaré tu nombre




Recordaré tu nombre
en mi callada soledad.

Y lo haré en silencio,
letra a letra,
como aquel chiquillo
que desarma un juguete,
pieza a pieza,
ilusionado por descubrir
el misterio
que encierra en su interior.


Emilio Gómez


jueves, 5 de mayo de 2011

Sonetizando naufragios





(Soneto blanco)

Harto ya de naufragios y otras cuitas,
de tanta ola aparcada en mi costado,
de cantos de sirenas imposibles,
de bogar a la contra en cada esquina.

Harto de tanto todo para nada...
repliego las banderas de mis versos,
botavaro romances con sonetos,
endechizo la proa entre la niebla,

cabestranto una última elegía,
descuarteto los cabos del velamen,
curso alta en el club de los malditos,

declárome un motín contra mí mismo
y proclamo, aviesamente, al amor
como un proscrito en todos mis amarres.



Emilio Gómez


miércoles, 4 de mayo de 2011

Creo firmemente que he muerto





Creo firmemente que he muerto
hace ya tiempo
y que el ser que escribe esto
no es sino un espectro,
una fantasmal sombra sin cuerpo,
un manojo de deseos
esparcidos por el viento.

Fui ola de mar, fui desierto.
Fui canción desnuda y voz sin eco.
Vagué hasta el más lejano de los cielos,
más allá del último infierno.
Volé sin alas, lejos, lejos, muy lejos...
más allá de los confines del tiempo.
Caí mil veces, levanté el vuelo
y volví a caer como cualquier muerto.


Ante mi propia tumba recité unos versos,
pero nadie me oía, solo el silencio;
escarbé la tierra con la fuerza de mis dedos
y allí solo encontré un reguero
de sangre, olvido y fuego;
sangre de mi sangre, olvido de tus besos
y ese calor sin llama que quema por dentro
las arterias y los huesos.

Imaginé quererte como aún te quiero
y desperté soñando que la muerte era un lecho
tatuado con tu nombre, tu risa y tu cuerpo;
y yo hacia él me sumía en un abrazo eterno,
disfrutando las mieles que manan de tus pechos;
pero todo era un sueño, solo un sueño,
y soñé, despierto,
que la muerte era eso:
imaginar quererte como yo te quiero.

Fui ola de mar, fui desierto.
Fui canción desnuda y voz sin eco.
Fui silencio, solo eso.
Silencio, silencio, silencio.
Desde que te dije aquel “te quiero”,
solo una espesa niebla de silencios,
un frío y letal invierno
que apaga, con tu ausencia, la luz de estos versos.

Y aún así, mi corazón sigue latiendo
lento, lento, muy lento,
porque morir más... ya no puedo.



Emilio Gómez


martes, 3 de mayo de 2011

Cada una de ellas




Cada una de ellas
supuso un antes y un después.
Cada una, distinta; cada una, necesaria.

Aunque nuca tuvieron nombre
en el inmenso vacío de la memoria,
una a una habré de enumerarlas,
porque entre todas fueron tejiendo
en cada poro de mi piel
el inmortal beso de la madre tierra,
el incesante rayo de luces y sombras
que me habita por dentro.
A ninguna le reprocho.
A ninguna le debo y ninguna me salva.

Con la primera
se esfumaron las tristezas.
Otra llegó, y con ella volaron los sueños.
Una de ellas hizo que firmara la paz con el mundo.
Con la siguiente quedaron atrás los anhelos.
Otra fue quien se llevó consigo los recuerdos.


Hubo algunas más que dejé en el olvido.
La penúltima no se llevó nada,
simplemente me trajo el silencio.

Cada una de ellas supuso un antes y un después.
Cada una, distinta; cada una, necesaria.
A ninguna le reprocho.
A ninguna le debo y ninguna me salva.

Pero con la última, sí,
con ella empecé a sentirme libre.
Nada necesitaba ya.

Cuando esa última
palada de tierra
me cubrió los ojos,
se encendió la eterna noche
y todo se volvió prescindible.
Y no.



Emilio Gómez


lunes, 2 de mayo de 2011

Nadie espere de mí




Nadie espere de mí
grandilocuentes versos,
ni encendidos poemas
que hablen de amores;
nadie, de dudas,
nadie, de sueños,
nadie, de olvidos.

Lo que yo escribo,
amor,
lo que yo escribo
son regueros de sangre
de un corazón paria
que, sin ti, me habita.


Emilio Gómez


domingo, 1 de mayo de 2011

Semana dedicada a Emilio Gómez

















La excusa de los días VII




Llegará la mañana,
llena de noche y vida.

Vendrá estriada,
con halos de serena guía.

Llegará la mañana,
no habrá día,
la luz,
despertará a los espías.

Y cuando llegue la noche,
puede que no se levante el día.



Marta Fuembuena Loscertales