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domingo, 17 de junio de 2012

XIV


No es suficiente precipitarse desde lo alto de tus tacones.

En ocasiones,
la dulzura exige un caché más elevado.

La carne tiembla si el filo traza una horizontal
que pueda unir todo aquello destinado al antojo.

Pero la sangre.

Siempre la sangre interpretando el peor papel posible tras cada picaporte.

Y solo queda un refugio calado de sirimiri.

Moldear el silencio es engañarse,
es evitar el desplome de un cuarto en el que cabe uno.

Volver a la infancia como solución.

El cese de los interruptores cuando se trata de un posado,
no es ninguna ingenuidad.

La tregua del consuelo.


Ángel Muñoz Rodríguez



sábado, 16 de junio de 2012

XXIV



Fuera está sucediendo algo.

Mientras
en la casa la permanencia se hace casi obligatoria.

Pretender el esfuerzo de la hormiga
supone un puño anclado en los ojos.

Así reduzco la belleza que tanto tiempo acosa las mentes
hasta reducirlas a mera estupidez.

Tarde o temprano el café de las once no se presentará
siempre que el bulo de tu rendición merme las sombras a su paso.

Vivir aquí no es vivir ahí fuera,

es paliar entre paréntesis
la ansiedad que produce la invasión de todo adoquín.



Ángel Muñoz Rodríguez


viernes, 15 de junio de 2012

XXIV



Fuera está sucediendo algo.

Mientras
en la casa la permanencia se hace casi obligatoria.

Pretender el esfuerzo de la hormiga
supone un puño anclado en los ojos.

Así reduzco la belleza que tanto tiempo acosa las mentes
hasta reducirlas a mera estupidez.

Tarde o temprano el café de las once no se presentará
siempre que el bulo de tu rendición merme las sombras a su paso.

Vivir aquí no es vivir ahí fuera,

es paliar entre paréntesis
la ansiedad que produce la invasión de todo adoquín.



Ángel Muñoz Rodríguez


jueves, 14 de junio de 2012

XXII



La cabeza de uno cuando bebe deja de pertenecer,
y por tanto las pisadas se distraen al dar con el minutero pegajoso
capaz de esconder entre sus vaivenes
la astilla de la duda.

Querer hilar fino es tan precipitado si a tus pies no quiere asomar nada,
que la tijera desconoce dónde recortar.

Ya no el pájaro,
ni los alfileres entre la carne y la uña.

Lastrarse no facilita el complejo de tubería
por la que todo se echa a perder
en un sirimiri de ecuaciones inacabadas.

El viento
puede ser una forma de maquillaje.


Ángel Muñoz Rodríguez


miércoles, 13 de junio de 2012

XVII


Pero la edad no es una traba
en el juego de las manos.

Quizá pasearse por la arista
menos tolerante es la única opción.

Y la no luz que despedaza el colchón
si el temblor de un reloj en el trastero.

Hacer de la presencia un despojo.

Mírate y dime sin aún no caíste en la inutilidad de unos párpados
que cerrados permiten el sí de las cosas.

Con el dolor,
algunos, construyen muros.

Beber para no verse.



Ángel Muñoz Rodríguez


martes, 12 de junio de 2012

XIX.



Ahora soy yo el que va a hablar de esta carne.

La hamaca al sol mientras tiño con cualquier melodía
los volúmenes adquiridos en la estática del pensamiento.

El dolor se va retirando con pies de elefante,
de ahí que aún el poso.

Abandoné mis nombres para desposeer a los dioses del poder que han adquirido sobre mí.

Aqui la sombra no funciona.
No en estas paredes de pesadillas y piel.

A veces la tinta ayuda como terapia.
Y no lo digo yo. Es mi bolsillo el encargado.

El martillo del vecino.

Una puerta sorda.

El teléfono y su no ruido
del que siempre atento
pende el telón.

Tengo

que
esforzarme.

Me repito.


Tengo

que
esforzarme.

Limé los perfiles porque también me acordé de ti.


Ángel Muñoz Rodríguez



lunes, 11 de junio de 2012

XVIII


Deambular en un intento de no perder la calma,
tal vez mantener la pose con la que se busca huir.



Ya quedaron lejos los caminos donde la anaconda juega a su antojo,
bajo un cielo dislocado a la altura de las sienes encanecidas.



Un silencio.


Un prolongado silencio que pretende ser un fa sostenido.
Sostener.


Sostener es una palabra con demasiadas acepciones.

Con demasiadas heridas.

Las heridas no las produce la anaconda.


Pero las lames.
No en lo desesperado.
No para irse de si.


Si acaso lamer como terapia de conocimiento.
Como un regreso a si mismo.


Ángel Muñoz Rodríguez


domingo, 10 de junio de 2012