jueves, 14 de junio de 2012

XXII



La cabeza de uno cuando bebe deja de pertenecer,
y por tanto las pisadas se distraen al dar con el minutero pegajoso
capaz de esconder entre sus vaivenes
la astilla de la duda.

Querer hilar fino es tan precipitado si a tus pies no quiere asomar nada,
que la tijera desconoce dónde recortar.

Ya no el pájaro,
ni los alfileres entre la carne y la uña.

Lastrarse no facilita el complejo de tubería
por la que todo se echa a perder
en un sirimiri de ecuaciones inacabadas.

El viento
puede ser una forma de maquillaje.


Ángel Muñoz Rodríguez


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