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domingo, 29 de noviembre de 2009
FIN DE LOS SUEÑOS
La soledad de la bella durmiente
seguía dibujando la certeza
de un dulce Sur y un corazón perdido
y años que se entretienen y resbalan
entre dedos desiertos de caricias.
Y tú que sollozabas escondido
en el ángulo oscuro de mi danza,
en el rincón mas quieto de mi sueño;
y yo que despertaba de repente
del único destino de las hadas,
de mi tiempo pasado entre unas ruinas
más perfectas que yo, desde los versos
de los cuentos amargos de las niñas,
amargos como hombres que levantan
los vestidos y rompen las almohadas
a las que me abrazaba por las noches
cuando el amor era un temor futuro,
cuando todo da miedo y tú no estabas
besándome la angustia de los párpados
ni esperando los pasos de mis piernas,
las mismas que sostienen y que guardan
tus labios en el centro de mi trampa.
Tus labios cuidadosos por mi alma
muerden mi corazón, leen los mapas
del calor en mi piel y las montañas,
el mar, el cielo, el sol, la luna y nada,
nada como tu peso me ata al alba.
Sobre mí tu deseo y la mirada,
sobre mí tu equilibrio y tu locura,
tú sobre mí, tú y yo sobre la cama.
Olga Bernad
sábado, 28 de noviembre de 2009
LO QUE TARDAMOS EN OLVIDAR UN NOMBRE
Lo que tardamos en olvidar un nombre
que no ha dejado nada entre nosotros,
ese demoledor segundo en blanco
asesinado por nuestra memoria,
sólo ese tiempo muerto del olvido,
ese pequeño instante que perdimos
una y mil veces
en mil sinsentidos,
vendrá y se vengará cuando no queden
ni segundos ni arena en los relojes;
vendrá para gritar, para callarse,
para quedarse solo y guarecerse
bajo el toldo golpeado por la lluvia.
Debí pensar en ti, tú me ofrecías
un poco de verdad entre la nada.
Y la lluvia que insiste en la memoria
acunará en los golpes cada letra,
pronunciará mi nombre y el recuerdo
se quedará sentado en esta calle
en la que hoy pienso en ti.
Olga Bernad
viernes, 27 de noviembre de 2009
PECADOS DE SEPTIEMBRE
Siempre echaré de menos la inocencia.
Sólo con la inocencia es nuevo el mundo:
el viejo sol le alumbra la mirada
y el horror de los ojos de los hombres se borra,
pues ella no lo mira y nunca entiende
la hermosura vibrante de la sierra del diablo.
Y sin embargo escucha
las palabras de amor en el otoño,
los primeros pecados de septiembre
que envolvían en fuego las caricias más torpes.
Cuando aún no sabemos
si son nuestras las calles, si los mapas
dibujarán los viajes infinitos
o si todos los trenes acabarán volviendo
a su ruta terrestre y melancólica.
Cuando no comprendemos.
Son nuevas las sonrisas y la lumbre
del deseo en los labios; me acarician
los pájaros alegres de alas largas,
los pájaros del brillo, los cautivos
futuros de las noches estrelladas.
Olga Bernad
jueves, 26 de noviembre de 2009
SEMPER FIDELIS
La sed, escandalosamente pervertida
por la necesidad brutal de ser saciada
cada uno de los días de tu vida.
La esclavitud del cuerpo que pretende
su parte del dolor, la primavera
y el ajusticiamiento inmoral de las espigas
con la excusa poética del pan.
El tiempo alegre de las recolecciones
no es más que el escenario del placer,
su sabor a condena y a derrota.
Créeme, yo quería,
pensaba ser estricta primavera,
muerte ideal del alma atrincherada
en la flor del cerezo que la lluvia arrancó.
No dejar de ser flor, morir sin fruto
y siempre sin placer; morir sin dudas,
sin nada más, contigo en la memoria.
Te imagino
buscando como yo la luna negra,
con la misma imprudencia de otros hombres.
Y sólo te prometo que solamente tú
tendrás de mí ese no de tu mirada,
el ciego no de ti,
el que me hace llorar y me despierta.
Pero estoy viva y junio
desespera esta noche mi alegría:
en la fiesta pagana de las recolecciones,
nocturnas hadas bajo los cerezos acarician mi amor
y tú no vienes.
Lo siento.
Ningún ángel me mira cuando espero
ese beso caliente
en el rincón más tuyo de mi cuello
y la nostalgia en junio
de cada escalofrío y del rubor.
Olga Bernad
miércoles, 25 de noviembre de 2009
NOCHE DE OTOÑO
Hoy quiero un beso largo
y una lengua perdida por mis manos,
quiero morderte el cuello
y jadear adentro de tu aliento.
Quiero quedarme quieta sobre el mundo
y moverlo al compás de lo que siento
y agotar las reservas de tus venas.
Quiero que busques algo sobre mí
como si realmente
pudieras encontrarlo.
Sólo más, nada más, y tan aprisa
como se escapa el cielo
en una interminable borrachera;
tan despacio como se acaba un árbol
bajo los mil mordiscos
de las heladas negras.
Más luz, más paz, mas tercas melodías,
más sed y oscuridad sobre mis piernas,
zarpazos de lamentos y caricias,
recuerdos imperfectos de otra vida.
Y al final quedarán entre tus dientes
mis labios recordando
lo que dices en sueños
y mi piel inventando lo que sueñas
a golpe de caderas y de estrellas.
Olga Bernad
martes, 24 de noviembre de 2009
LA DUREZA
He encontrado en el suelo una esmeralda falsa
y la he mirado.
Ella vio desde lejos el brillo de unos pasos
y vigila.
Ella sabe que nunca
escuchará violines en el aire
y que jamás despegará del suelo.
Sé que su bienvenida
es sólo una serpiente de sonrisa y siseo
y yo siento vergüenza de mirarla,
vergüenza de latir como campana,
miedo invisible a dar un paso en falso.
Sin embargo,
el anillo que brilla entre mis dedos
me recuerda tus versos,
su rotunda verdad y su silencio,
su recta y simple frase,
la alegría redonda de metal bien templado,
la dureza
de la luz más perfecta sobre el rostro.
Olga Bernad
lunes, 23 de noviembre de 2009
CAPILLA ARDIENTE
Capilla ardiente sin cuerpo presente,
absurdos rezadores de difuntos,
hasta el aire se asfixia en esta tregua
de olor a flor que se marchita y llora.
Sácame de este sueño del incienso.
Que un dulce mar antiguo te despierte
sobre la playa en calma en la que duermes.
Despiértate, despierta la nocturna
libélula que ruge en mi melena
y el tren de sangre ciega que has perdido;
te cambio mar por más, copa por vino
y la luz de matar de tu mirada
por mi vertiginoso deseo de morir.
Déjame pasear en la serena
pradera del después; vuelve del agua
y quítame el collar de conchas muertas
que encierran su lamento y mi rumor:
infernal son del mar metido dentro,
mil tormentas perfectas que guardaba
en la espiral profunda de una oscura
caracola final. Ven donde nunca
tu voz iba a llegar, ven a esta sala
de velas blancas y flores cansadas.
Y llévame a la arena en que dormías.
Olga Bernad
domingo, 22 de noviembre de 2009
lunes, 29 de diciembre de 2008
La soledad de la bella durmiente
La soledad de la bella durmiente
seguía dibujando la certeza
de un dulce Sur y un corazón perdido
y años que se entretienen y resbalan
entre dedos desiertos de caricias.
Y tú que sollozabas escondido
en el ángulo oscuro de mi danza,
en el rincón mas quieto de mi sueño;
y yo que despertaba de repente
del único destino de las hadas,
de mi tiempo pasado entre unas ruinas
más perfectas que yo, desde los versos
de los cuentos amargos de las niñas,
amargos como hombres que levantan
los vestidos y rompen las almohadas
a las que me abrazaba por las noches
cuando el amor era un temor futuro,
cuando todo da miedo y tú no estabas
besándome la angustia de los párpados
ni esperando los pasos de mis piernas,
las mismas que sostienen y que guardan
tus labios en el centro de mi trampa.
Tus labios cuidadosos por mi alma
muerden mi corazón, leen los mapas
del calor en mi piel y las montañas,
el mar, el cielo, el sol, la luna y nada,
nada como tu peso me ata al alba.
Sobre mí tu deseo y la mirada,
sobre mí tu equilibrio y tu locura,
tú sobre mí, tú y yo sobre la cama.
Olga Bernad
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