Mi otro abuelo
estuvo preso en Oviedo.
En la cárcel provincial.
Después de la guerra.
Todas las mañanas
colgaban una lista
en la puerta de entrada de la cárcel.
En esa lista estaban escritos
los nombres y los apellidos
de todas las personas
a las que el día anterior
habían puesto contra el paredón
o dado muerte
mediante garrote vil.
Imagínate a tu abuela,
me decía mi padre,
sin saber leer ni escribir,
conmigo en brazos,
preguntando a gritos
a las otras mujeres
si tu abuelo
se había convertido
en tinta.
David González
domingo, 9 de octubre de 2011
TINTA
sábado, 8 de octubre de 2011
TANGO AZUL
En una ocasión, la madera me tiroteó.
La historia tiene su punto. Te la cuento.
Nos ligaron en un coche robado,
nos cercaron,
nos mandaron bajarnos del buga
y apoyar las manos en el maletero para
cachearnos,
esposarnos,
llevarnos a comisaría. Era viernes.
El sábado tenía pensado estrenar ropa
para ir a la discoteca, todo maqueado,
a vacilar con las chorbitas. No lo pensé
dos veces, me di la vuelta y salí por pies.
La esquina de la salvación estaba cerca.
Uno de los maderos dijo, gritó:
¡Quieto ahí, hijo de puta, o te mato!
Disparó.
Me disparó a menos de cinco metros de distancia
y falló. Escapé. Estrené mi ropa nueva. Vacilé.
Sin embargo, lo importante no es esto.
Lo importante es lo que yo siempre digo:
debería haber acertado,
debería haberme matado en ese mismo instante,
cuando no le tenía miedo a la muerte,
cuando todavía era
feliz.
David González
viernes, 7 de octubre de 2011
SACRIFICIO
me llamo david:
y me esfuerzo, me esfuerzo:
dios sabe que me esfuerzo:
dios sabe lo mucho que me esfuerzo:
y aunque no sea quién para decirlo,
no solo lo digo: lo escribo:
no creo haber obrado del todo
mal:
pero nada:
no hay nada que hacer:
el suelo que labro
no me quiere dar sus frutos:
el suelo que labro
no me quiere dar sus frutos:
como a caín: sí: como a caín:
pero yo me llamo david:
ya te lo he dicho:
y ni siquiera tengo un hermano
al que matar:
Poema de su próximo libro No hay tiempo para libros (Bartleby Editores)
David González
jueves, 6 de octubre de 2011
POÉTICA
escribo a mano:
igual que si cavase
mi propia tumba:
Poema de su próximo libro No hay tiempo para libros (Bartleby Editores)
David González
miércoles, 5 de octubre de 2011
LA IMPRENTA
Una anciana que anda en chancleta
se detiene en la esquina entre la calle de la
Soledad
y la plaza que lleva el mismo nombre,
y mientras recupera el poco aliento que aún le queda
contempla con extrañeza el aspecto de la casa
en la que tiene su nuevo domicilio
social
la asociación de vecinos del barrio
y se pregunta, trata de recordar, qué era
lo que había antes ahí.
Leche con ginebra y farolillos de papel.
Eso era lo que había, señora.
Leche de pantera y farolillos de colores:
el mesón, el taller y la casa de Wei Hsiao Niu,
el chino que descubrió Asturias en los años veinte.
Pero la mujer,
por más que lo intenta,
no consigue visualizar los ojos rasgados,
el corredor de gala o el letrero de neón;
de modo que, en busca de un punto de referencia,
dirige la mirada hacia la imprenta de José,
pero se encuentra con un camión basculante,
una pala excavadora y una fachada de andamios.
Sintiéndose desamparada,
la mujer empieza a desvariar:
es que solo nos traen grúas y demonios, grúas
y demonios…
Después echa a andar y tropieza
con una chapa de acero que cubre una zanja.
Sus manos se agarran a una valla metálica.
La memoria, en cambio, no encuentra
dónde.
David González
martes, 4 de octubre de 2011
EL SALTO
en saltar de un tejado
a otro:
en eso consistía la apuesta:
en saltar de un tejado
a otro:
del tejado podre de una fábrica
de escamas y esqueletos de pez al
tejado impecable del mesón del chinoi:
era un tejado a dos vertientes:
sobre el caballete, en fila india:
alfonso, el hijo del de la imprenta:
pedro, el de la calle atocha:
rufino, el hermano del rata:
horacio, en el saliente:
y yo: el más pequeño de todos:
era un salto gutural: generacional:
desde una altura considerable además:
suficiente como para romperse la crisma
y dejar la vida contra cristales de botellas ro
tas:
clavos con tétanos: y astillas de las tablas
que medraban, como la mala hierba,
en los adoquines del callejón que discurría
entre la fábrica y el mesón:
alfonso y pedro se echaron atrás:
dicho de otro modo: les entró la cagalera:
horacio, rufino y yo saltamos:
alfonso tiene mujer y dos hijos:
pedro también: mujer y dos hijos:
horacio saltó del caballete
al caballo
y la palmó de sobredosis hace siglos:
cuando yo apenas empezaba a drogarme:
luego de pegarle el tirón al bolso,
rufino saltó por encima de la anciana,
a la que hizo caer por las escaleras:
el ataúd ya la esperaba abajo: en el portal:
la última vez que coincidí con él,
en la segunda galería de la cárcel provincial,
hace de esto veintitrés, veinticuatro años,
aún estaba pagando por aquella muerte:
lo que trato de explicarte es lo siguiente:
aunque entonces no fuésemos conscientes de ello:
horacio, rufino y yo: los tres que saltamos,
calculamos mal la distancia y nos precipitamos
al vacío:
El poema aparecerá en el próximo libro
No hay tiempo para libros (Bartleby Editores)
Nota: El Chino, en Gijón, es Wei Hsiao Niu, que apareció en Cimadevilla en los años veinte instalándose no en una casa normal, sino en lo que había sido Ayuntamiento de Gijón en la plaza de la Soledad. Desde entonces, esa casa se conoce como la casa del Chino y allí tenía su taller de farolillos y adornos de papel y su bar (especialidad: licor de sake y leche de pantera, o sea, leche con ginebra).
lunes, 3 de octubre de 2011
EL ESPEJO
en tu rostro con canas:
en tu boca sin colmillos:
en tu mirada con nubes:
y en tus 56 mal llevados
se refleja
cada vez que me miro en ti
mi fracaso:
mi fracaso como hombre
y mi fracaso como poeta:
así que hazme
y hazte
un favor:
llévate de mi vida
tu espejo
y sus dolorosos ecos:
porque
cuando le pregunto
ya no me responde
que soy
el más guapo:
(poema inédito)
David González
domingo, 2 de octubre de 2011
domingo, 9 de septiembre de 2007
Los censores
LOS CENSORES
mientras leo que
en el real monasterio
de san lorenzo
de el escorial
había una sección concreta
de libros prohibidos
que para evitar
que alguien
pudiera leerlos
había sido
cosidos
la imagen que me viene
la visión poética
si se puede decir así
es la de unas manos
agujas de verdugado
hilo de bramante
y los labios
de cualquiera de nosotros.
martes, 20 de marzo de 2007
Azul, casi transparente
Soy un ángel,
le dijo una voz al oído.
Ella, Tralalá,
dio un respingo,
luego volvió la cara
le miró de refilón. Después,
dejó la copa sobre la barra,
se dio la vuelta y le miró.
Todos le miramos.
Hasta la camarera,
que dejó lo que estaba haciendo
(poner los vasos a recudir)
para mirarle a los ojos, que eran
azules, casi transparentes.
Soy un ángel.
Está mal que yo lo diga,
pero es la verdad :
sí que lo parecía, parecía
un ángel talmente, un ángel
de catecismo, de estampa.
Iba de blanco. El cabello,
dulce.
La mirada, ya lo he dicho:
azul, casi transparente.
Era un ángel.
Solo le faltaban las alas. Bueno
y el aro,
el aro también, sobre la cabeza.
Soy un ángel.
Tralalá
cogió su copa y dio un sorbo y luego,
señalándole con el vaso, nos dijo:
Que me está contando este capullo,
este manguta,
que es un ángel.
Lo soy.
Entonces, Tralalá,
ya no pudo aguantarse más
y se empezó a descojonar.
Era una risa desdentada,
desagradable y degradante:
al ángel
le cortó,
metafóricamente hablando,
las alas,
y otra cosa también…
y a nosotros, tuvo la facultad
de devolvernos
a la vida real:
domingo,
dos de la tarde,
en el bar sin fin,
de doblete,
de drogas hasta las cejas,
anajabados
y con una galla
que se lo hacía con quien fuera
con tal que la invitasen
a un tiro de farlopa ……
En otras palabras: todo
menos ángeles.
Notas de autor:
Tralalá: El nombre es un homenaje a Hubert Selby Jr. y su novela “Última salida para Brooklyn”
Anajabados : Sin dinero
Galla : Lumi
Farlopa: Cocaína