Mostrando entradas con la etiqueta Pablo Müller. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pablo Müller. Mostrar todas las entradas

domingo, 9 de julio de 2017

Hoy





Hoy

dieciocho de julio del doce

hay estrellas que quieren acercarse más a la tierra

y los aviones vuelan con las horas distintas,

sigue la arena sin necesitar guardianes

y el pan y el musgo establecen al fin

relaciones bilaterales…

Hoy

el cielo es azul, un poco pálido

y hay mucha más luz que la que necesitan las hormigas

porque las únicas nubes son las que están en las memorias

y el mar es metálico

y la hierba parece recién pintada…

Hoy

los automóviles están discretos y solitarios,

las naciones han iniciado — de nuevo —

hostilidades con las certezas,

las furgonetas se detienen a pesar de las multas

para que los andamios aprovechen la música de julio

y bailen…

Hoy

los teléfonos cambian timbre por susurro,

evitan fechar los daños y reclaman las llaves maestras

con las que los porteros abren las horas

y los albañiles

preparan las direcciones nuevas a las mareas

y los marmolistas

se elevan sobre el suelo

con los instrumentos y los ademanes de las siestas

y citan a las puertas de los cementerios

a las alegrías y a las canciones

para que paseen entre las piedras y éstas sean

cama descanso de las palabras tristes…

Hoy

hermano,

pintamos con el rímel de los boxeadores

tu nombre en la piedra de los desmemoriados…

Hoy

en las lluvias trazan con las aletas los delfines

la fiesta de los niños

y hay montañas de azúcar en las avanzadas horas

que asombran a los ratones…

Hoy

hacemos pie en el pozo

y con el impulso escribimos todos tus nombres, hermano,

el que conocíamos y los nuevos,

y los colocamos todos en las sendas de los acantilados,

en las acequias por donde marcha el agua de la lluvia

de mañana…

Hoy

las lágrimas y las cenizas se reúnen para hacer

las cuidadas preguntas a la alegría,

porque las reliquias acompañan siempre la necesaria risa,

con la que se amasa el pan de los amores jóvenes…

Hoy

mi hijo quiere conocerte, dice

que no basta con las antiguas fotografías

y las respuestas holgadas a preguntas ingrávidas…

Hoy

te reconozco en la memoria de las noches de marzo

en las salas de las maternidades,

discreta tu compañía,

un mediodía en el quirófano de las mujeres sonrientes…

Hoy

hermano, por la cicatriz de la garganta

se me escapan las gabardinas y los cabellos rubios

los silencios en las madrugadas a destiempo

y vuelven a mi cuello los gritos que se escaparon

una noche de ginebra con el mar borracho

Hoy

tu nombre te ha encontrado

y está contigo y conmigo y con ellos,

los nuestros y los nuestros,

y el vacío que se achica se llena de manzanas

con la semilla del pájaro

y de los peces con la simpatía de los músicos callejeros

al fin

hoy,

hermano.




Pablo Müller




sábado, 8 de julio de 2017

la historia con minúscula es sobria




«Existe […] una historia con minúscula en donde se lucha por hacer las cosas bien. 
Eso es un fin y es al mismo tiempo un durante, y en el durante hay sentido»

BELÉN GOPEGUI



la historia con minúscula es sobria

y callada, que no muda,

la historia con minúscula está en los márgenes,

clandestina, escrita en cuadernos,

atenta y paciente,

la historia con minúscula ocurre al final del día,

el resto sus protagonistas trabajan,

y se acerca con la atención del cuidado,

a veces ofrece café y bizcocho,

la historia con minúscula madruga con las mujeres,

con la tenaz decisión de hacerlo bien,

cuenta todos los fracasos para que no haya derrota,

porque la historia con minúscula,

al contrario de esa otra que avasalla,

vuelve a la casa siempre alguna vez.




Pablo Müller




viernes, 7 de julio de 2017

He visto un árbol grande y frondoso hecho de palabras


«Una noche

de amor hace universo»

AURORA LUQUE



A Conchi




He visto un árbol grande y frondoso hecho de palabras,

tú me has traído,

he visto a mi ancestro delante de ese árbol,

tú me lo has mostrado,

he visto su deseo de llenarlo de palabras,

tú me has traído, no las tenía,

he visto palabras que unen árboles

y personas que caminan entre ellos, tú y yo,

sin palabras, no faltan, tranquilas, con silencio,

he visto mi corazón y era el mar grande

llegando a la playa, tú me has traído,

contigo contando la arena,

he visto mis pulmones y eran los robles grandes de niño,

del tiempo de helechos y pájaros,

tú has traído ese canto,

he visto un aeropuerto y alguien que decía adiós

y os he visto a todos y he llorado de alegría,

soy un lugar de paso,

soy el rastro del agua de enero en algunos bosques,

soy la piedra del fondo del arroyo

y pregunto si soy agua

y tú las manos que la remansa.

Una noche de amor hace universo,

tú haces universo.




Pablo Müller




jueves, 6 de julio de 2017

La iglesia se alza temible y pretende alcanzar el cielo




«Celebraré a los hombres que trabajan, sueñan y se desesperan, y caminan torpemente hacia una muerte anónima y hacia el domingo,»

LÊDO IVO


La iglesia se alza temible y pretende alcanzar el cielo, sin atender al mismo cielo que le acompaña en cada piedra. El cielo se acerca cuando desnudo nada se interpone entre nuestros cuerpos y el aire que nos manifiesta, si acaso el sudor del trabajo, si acaso el pesar del cansancio. Por ello cuando la puerta no responde a su propósito: dejar entrar y recoger, dejar salir y compartir, será inútil moneda depositada y ruin.



En la iglesia pesan tanto las piedras del suelo que impiden elevarse hacia el cielo y en el silencio tras el esfuerzo, suenan murmullos, lamentos, secretos, suenan saludos, adioses, insultos, y la pregunta de un niño sobre el lugar de la muerte.



Puede que hagamos de este lugar memoria, puede que tengamos esperanza en la vida eterna del alma desdoblada, puede que reencarnemos en la memoria olvidada de otro, puede que leas estos versos pasados los años de mi muerte y al recorrer las calles de la ciudad

de Toro reconozcas un mismo río y arboleda, una iglesia de piedra en el vano afán de tocar el cielo.



Las arquitecturas no son la importancia, antes muchas otras fueron abandonadas a la ruina, ni las puertas antiguas a cuyo paso hay que depositar monedas. Es la herencia de nuestros antepasados que acarrearon las piedras, pintaron imágenes, pagaron diezmo o decidieron levantar iglesias altas, tan altas para acercarse a un cielo que estaba en otro lugar. Rastrea la huella del trabajo en la piedra hecha sillar: es el tosco andamio puesto para alcanzar la bóveda — hoy desaparecido — el único imprescindible para construirla y esa es la memoria que debemos.




Pablo Müller



miércoles, 5 de julio de 2017

En una esquina de la fábrica vieja hay un taller abandonado




«No existe vida

que, aun por un instante,

no sea inmortal.»

WISLAWA SZYMBORSKA




En una esquina de la fábrica vieja hay un taller abandonado


— ahora se almacenan los modelos —


a la luz color de polvo, en agosto, es la esquina del ajustador, donde el Maño calibra las piezas de máquina, ajusta la jornada.


A real y medio la sardina y media, ¿a cuánto son docena y media de sardinas?


En una esquina de la fábrica vieja hay un taller abandonado


con luz color recuerdo, el trabajo, polvo de metal, en las máquinas las huellas de los hombres ya muertos, las conversaciones de luz color olvido:


Cincuenta Horas Semanales. Cuarenta Y Cinco. Sábado inglés.


Severo, ponte junto a la máquina nueva que vamos a hacer una foto ¿Para qué? Para el archivo del Alemán.


Nadie para ya en el taller, la esquina del Maño, despacio, sin molestar al vacío, en el color mirada, mis dedos por los bordes de las mesas, por los mangos de las herramientas,


— la caricia de la mano del abuelo —


el ruido antiguo de los metales, el sonido de las correas, los golpes de la fundición, las palabras que se dijeron hace cincuenta años.


El silencio no me engaña, sé que están ahí escondidas con las esquirlas viejas, no han salido, a cambio han permitido que manche mis dedos buscando fotografías en el archivo del Alemán.




Pablo Müller




martes, 4 de julio de 2017

A Felixa Pineda López, luego Gertrudis





«A la muerte, una puerta abierta.»

JUAN CARLOS MESTRE



A Felixa Pineda López, luego Gertrudis, según resolución

del juzgado de Estella, dejo la rama verde de las estrellas

de julio, el último disparo del cañón del sur, y un viaje en

ferrocarril para llegarle tarde, como siempre, al entierro.


A la puerta del cuartel entrado en años, los soldados son 

de plomo terminado y donde las tabernas queda el dinero 

del hambre, ya no queda playa, ni las calles en línea, ni 

las plazas junto al puerto, porque han edificado soluciones.


Al revés de la memoria le han puesto el agujero de los 

expolios, ya no tengo el uniforme del miedo y de la rabia,
y aunque he engordado no le reconozco el pasado: es de 

otro — y el mismo.



Pablo Müller




lunes, 3 de julio de 2017

De niño quería ser soldado




«Todos los aguijones dulces que salen de las manos,

todo ese afán de cerrar párpados, de echar obscuridad o sueño,»

VICENTE ALEIXANDRE



De niño quería ser soldado,

como otros hombres de la familia,

— que disparaban los domingos a las palomas —

Capitán Trueno, El Jabato,

hasta que en una librería encontré

Espadas como Labios.

Le dije a mi padre que quería ser poeta

y me dio una paliza,

— un golpe en el labio, un golpe en la mejilla, un golpe

en la nariz y sangre, y otra vez en el labio,

— al ritmo de quien golpea pelota con pala en el frontón,

—, un golpe, labio, un golpe, mejilla, un golpe, nariz

y miedo.



Mi madre me llevó al baño y la sangre en la loza

escribió los versos, — recuerdo el ritmo de los golpes,

con el sonido alivio del agua corriendo,

con el sabor a sal de lágrima y sangre,

como un mar.




Pablo Müller




domingo, 2 de julio de 2017