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domingo, 21 de octubre de 2012

A TI, A TI TE ESCRIBO




A tí

no puedo escribirte desde donde se pone la luna,ni desde una tormenta o desde las gotas de lluvia,

donde quedan, para encontrarse, los demás amantes

y donde Amor se escribe con utopía.



A tí

únicamente puedo escribirte aquí,

en esta gasolinera,

en todas las gasolineras te escribo,

donde ocurre lo cotidiano,

donde la necesidad de lo habitual nos hiere

y nos rompe

y sucede.



Aquí vengo, a colgar en todos los surtidores

mis poemas,

con la esperanza de que tú

también estés de paso,

y recuerdes

que también me estabas buscando,

como de paso,

para respostar la vida.



Consuelo Pillado Pérez


sábado, 20 de octubre de 2012

CUERPOS TRANSMUTADOS





He salido a destiempo, sin hora

olvidando cerrar las contraventanas

del sexo.



Se que cuando me dé la vuelta

estarás tú,

esperándome dentro.



Tu mirada callada

y mis silencios de siempre

serán de nuevo cómplices

entre la dureza rotunda de las rocas

y la húmeda suavidad de las olas

de nuestros mares de plata.



Consuelo Pillado Pérez





viernes, 19 de octubre de 2012

AMNESIA





Hay unos ojos enredados

en mis pupilas negras,

prisioneros

del círculo polar

de mis verdes iris.



Desde mi amnesia de besos

intento recordar si son dueños

de bocas deseadas

o de labios que he besado.




Consuelo Pillado Pérez


jueves, 18 de octubre de 2012

SI NO VIENES




No puedo saber cómo se ciñe lo infinito

ni dónde comienza lo eterno

ni librarme del infierno

si no vienes

y me abrazas

y me besas

con todos tus besos lentos.



Cómo puedo saber hacia donde queda el norte

el universo

la raíz de los vientos

si no vienes

y me abrazas

y me besas

con todos tus besos lentos.



No podré saber del incendio de los cuerpos

del fuego en los encuentros

de la ternura de tus dedos

si no vienes

y me abrazas

y me besas

con todos tus besos lentos.



Consuelo Pillado Pérez


miércoles, 17 de octubre de 2012

ESTA MALDITA MELANCOLÍA




No sé como acomodar mi espalda

ni los huesos bajo la carne,

como calmar mi piel tardía

ni mi rebelde alma de amante,

para que deje de lastimarme

esta maldita melancolía.



Será que tu hueco se hace molde de alambre

y se me enreda en la piel

y se me clava en la carne.



Esta caída infinita

consume el oxígeno y el fulgor de la tarde

reduciendo a pavesas

el fuego que en mi alma ardía constante.



Se oscurece el jardín

cuando te llevas las flores

dejándome así, a solas,

con mis manos vacías,

tintadas del azul azabache

de tus oscuros estambres.



Consuelo Pillado Pérez




martes, 16 de octubre de 2012

ERA LA HORA EXQUISITA

          


(C'est l'heure exquise ...Paul Verlaine )


Era la hora exquisita.

Y tu yacías dormido sobre mi regazo

mientras a nuestra espalda el río,

rumoroso y lento, fluía.



Era la hora exquisita.

Y mis labios sobre los tuyos

escribían en tus sueños.



Y el río se volvió silencio

y te miró celoso.



Era la hora exquisita.

Cantaban los pájaros

y tu yacías sonriendo dormido

sobre mi regazo

bailando en mis sueños de besos.

Pero se creció el río

y sus afluentes se tornaron brazos

sus lodos se hicieron precisos

con otros contornos

como igualando tu cintura

tus caderas

tus hombros anchos.



Era la hora exquisita.

Asomaba la aurora

para arrebatarnos la luna

y tu yacías sombrío

sobre mi regazo.

Se levantó el río

con su cuerpo de hombre

y te hizo a un lado

para llevarme consigo.



Desde entonces olvido.



Pero hay otros días terribles

en los que recobro la lucidez

de aquella hora exquisita







Consuelo Pillado Pérez





lunes, 15 de octubre de 2012

MUJER DE AGUA




Era un tiempo antes del nacimiento de Kirkuk
cuando amanecieron playas en mi piel oscura.
Aquella era la señal que todos esperaban.

Como talismanes, trenzaron en mi pelo engarces
de conchas, de caracolas y de coral,
que sólo las manos de los brujos,
a través de tantas generaciones pasadas,
habrían podido tocar.

Me abandonaron los hombres del pueblo,
y las mujeres de mi estirpe me dejaron sola.

Se retiraron con sus hijos colgados a la espalda,
para que no se acercaran a mis brazos,
y me fui sola, empujada por cientos
de cuerpos oscuros ondulándose al sol.

Sola, hacia donde se habían quebrado las verdes praderas,
hacia la brecha, donde nacieran todas las arenas.

Me fui hacia los desiertos rojos,
porque una mañana amanecieron playas en mi piel,
porque yo era la mujer de agua
que las profecías habían designado para renacer las lluvias.



Consuelo Pillado Pérez

domingo, 14 de octubre de 2012