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domingo, 8 de mayo de 2011
Mi nombre es cualquier nombre
Mi nombre es cualquier nombre,
ninguna voz es mi voz,
mis sueños, sólo eso, sueños,
prisiones mis versos son:
cadenas que me encadenan,
sirenas mudas
que olvidaron su canción,
sus cánticos, como alaridos,
son puñales suicidas de la razón,
destronados ayeres
que ya nunca serán hoy.
Vine de la nada más inmensa
y a la misma nada voy.
Vine solo, desnudo, errante, cansado,
en silencio.
Y así,
en silencio,
cansado, errante, desnudo y solo
me voy.
¿Acaso no veis mis manos
temblorosas de pavor?
¿No escucháis los latidos
de este torpe corazón?
¿Acaso no estáis ciegos
¡sí, ciegos! tan ciegos
como lo estoy yo?
Llamadme hambre,
fuego,
sombra;
llamadme viento,
lluvia, trueno,
ardor.
Llamadme estiércol,
tierra estéril,
inconsciente
y también marchita flor.
Llamadme, si queréis, don nadie,
cobarde,
embustero,
perro, torpe,
hombre, tonto, nada,
llamadme pobre soñador.
Cortad mi cuerpo en pedazos,
arrancadme el corazón,
para nada me sirve ahora,
que en mi destierro
uno y uno no son dos;
enterradme en cualquier esquina,
bajo un sol abrasador,
que encharquen mil aguaceros
la tierra que me cubrió,
pero que nadie me llame barro,
eso nunca,
eso no,
que esa palabra hermosa
no la debo pronunciar yo.
Ya no quiero más palabras,
se me quiebra hasta la voz;
mudas quedarán mis letras
en el olvido de un rincón.
Sean estos versos que escribo
mi testamento
y mi dolor:
albaceas os nombro a todos
de esta torpe ensoñación.
Y cuando ya me haya ido,
desnudo,
vencido
y solo,
sin decir siquiera adiós,
entonces
podréis llamarme poeta
y también embaucador,
al fin y al cabo ¿qué importa?
¿Qué importa lo que soy?
Emilio Gómez
sábado, 7 de mayo de 2011
Cara o cruz
Marché a firmar la paz conmigo mismo,
a rogarle al silencio que no grite,
a bailar en el borde de un abismo
que comienza y termina en este envite.
Trasnochador y avieso el corazón,
desde la noche al alba bien despierto;
sonámbulo al albur de la razón
fui poco más que arena en el desierto.
Jugador de ajedrez, con mucha calma,
y sabiéndome en manos de la suerte,
aposté a cara o cruz mi propia alma
bebiendo a grandes sorbos vida y muerte.
Y salió cruz. La suerte estaba echada:
perdí todo y gané tan solo nada.
Emilio Gómez
viernes, 6 de mayo de 2011
Recordaré tu nombre
Recordaré tu nombre
en mi callada soledad.
Y lo haré en silencio,
letra a letra,
como aquel chiquillo
que desarma un juguete,
pieza a pieza,
ilusionado por descubrir
el misterio
que encierra en su interior.
Emilio Gómez
jueves, 5 de mayo de 2011
Sonetizando naufragios
(Soneto blanco)
Harto ya de naufragios y otras cuitas,
de tanta ola aparcada en mi costado,
de cantos de sirenas imposibles,
de bogar a la contra en cada esquina.
Harto de tanto todo para nada...
repliego las banderas de mis versos,
botavaro romances con sonetos,
endechizo la proa entre la niebla,
cabestranto una última elegía,
descuarteto los cabos del velamen,
curso alta en el club de los malditos,
declárome un motín contra mí mismo
y proclamo, aviesamente, al amor
como un proscrito en todos mis amarres.
Emilio Gómez
miércoles, 4 de mayo de 2011
Creo firmemente que he muerto
Creo firmemente que he muerto
hace ya tiempo
y que el ser que escribe esto
no es sino un espectro,
una fantasmal sombra sin cuerpo,
un manojo de deseos
esparcidos por el viento.
Fui ola de mar, fui desierto.
Fui canción desnuda y voz sin eco.
Vagué hasta el más lejano de los cielos,
más allá del último infierno.
Volé sin alas, lejos, lejos, muy lejos...
más allá de los confines del tiempo.
Caí mil veces, levanté el vuelo
y volví a caer como cualquier muerto.
Ante mi propia tumba recité unos versos,
pero nadie me oía, solo el silencio;
escarbé la tierra con la fuerza de mis dedos
y allí solo encontré un reguero
de sangre, olvido y fuego;
sangre de mi sangre, olvido de tus besos
y ese calor sin llama que quema por dentro
las arterias y los huesos.
Imaginé quererte como aún te quiero
y desperté soñando que la muerte era un lecho
tatuado con tu nombre, tu risa y tu cuerpo;
y yo hacia él me sumía en un abrazo eterno,
disfrutando las mieles que manan de tus pechos;
pero todo era un sueño, solo un sueño,
y soñé, despierto,
que la muerte era eso:
imaginar quererte como yo te quiero.
Fui ola de mar, fui desierto.
Fui canción desnuda y voz sin eco.
Fui silencio, solo eso.
Silencio, silencio, silencio.
Desde que te dije aquel “te quiero”,
solo una espesa niebla de silencios,
un frío y letal invierno
que apaga, con tu ausencia, la luz de estos versos.
Y aún así, mi corazón sigue latiendo
lento, lento, muy lento,
porque morir más... ya no puedo.
Emilio Gómez
martes, 3 de mayo de 2011
Cada una de ellas
Cada una de ellas
supuso un antes y un después.
Cada una, distinta; cada una, necesaria.
Aunque nuca tuvieron nombre
en el inmenso vacío de la memoria,
una a una habré de enumerarlas,
porque entre todas fueron tejiendo
en cada poro de mi piel
el inmortal beso de la madre tierra,
el incesante rayo de luces y sombras
que me habita por dentro.
A ninguna le reprocho.
A ninguna le debo y ninguna me salva.
Con la primera
se esfumaron las tristezas.
Otra llegó, y con ella volaron los sueños.
Una de ellas hizo que firmara la paz con el mundo.
Con la siguiente quedaron atrás los anhelos.
Otra fue quien se llevó consigo los recuerdos.
Hubo algunas más que dejé en el olvido.
La penúltima no se llevó nada,
simplemente me trajo el silencio.
Cada una de ellas supuso un antes y un después.
Cada una, distinta; cada una, necesaria.
A ninguna le reprocho.
A ninguna le debo y ninguna me salva.
Pero con la última, sí,
con ella empecé a sentirme libre.
Nada necesitaba ya.
Cuando esa última
palada de tierra
me cubrió los ojos,
se encendió la eterna noche
y todo se volvió prescindible.
Y no.
Emilio Gómez
lunes, 2 de mayo de 2011
Nadie espere de mí
Nadie espere de mí
grandilocuentes versos,
ni encendidos poemas
que hablen de amores;
nadie, de dudas,
nadie, de sueños,
nadie, de olvidos.
Lo que yo escribo,
amor,
lo que yo escribo
son regueros de sangre
de un corazón paria
que, sin ti, me habita.
Emilio Gómez
domingo, 1 de mayo de 2011
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