domingo, 24 de agosto de 2008

A LA MAÑANA SIGUIENTE CESARE PAVESE NO PIDIÓ EL DESAYUNO




Solo bajó del tren,
atravesó solo la ciudad desierta,
solo entró en el hotel vacío,
abrió su solitaria habitación
y escuchó con asombro el silencio.
Dicen que descolgó el teléfono
para llamar a alguien,
pero es falso, completamente falso.
No había nadie a quien llamar,
nadie vivía en la ciudad, nadie en el mundo.
Bebió el vaso, las pequeñas pastillas,
y esperó la llegada del sueño.
Con cierto miedo a su valor
-por vez primera había afirmado su existencia-
tal vez curioso, con cansado gesto,
sintió el peso de sus párpados caer.
Horas después -una extraña sonrisa dibujaba sus labios-
se anunció a sí mismo, tercamente,
la única certidumbre que al fin había adquirido:
jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel.


Juan Luis Panero


3 comentarios:

Kali y su diario dijo...

mmm. yo si adoro dormir solita, y con mucho silencio.

TrasTera dijo...

Este poema es uno de mis favoritos, tan inmensamente triste, tan profundamente solitario.

Un saludo!

albalpha dijo...

La soledad cuando se sabe que no se puede llamar a nadie llega a ser opresiva.

Besos
Alba