Dieciséis versos durará este poema,
dieciséis años –casi diecisiete– fue tu vida.
Llegué tarde a ella,
apenas hace cuatro. En la paz
de tus días,
cansado y algo enfermo.
Escuché las historias que contaban
tu juventud perdida, tus hazañas, terrazas
en Salou y en Zaragoza.
Y ahora que recuerdo
tu calma entre dos sueños
pienso que, a nuestro modo,
nos entendimos.
No olvidaré sus ojos y su pena
la tarde de tu muerte.
Menos mal que te quedan seis vidas.
Enrique Cebrián
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