I
En esta tarde abrumadora, 
donde tan solo me acompaña la soledad 
y el hechizo silencioso de unas letras, 
donde la rutina de una tila 
se convierte en mi cloroformo por unas horas, 
en este nefasto lugar, donde lo único que me sosiega es, 
el vago recuerdo de tu mirada, un papel en blanco y, 
una pluma cargada de poesía.   
 II 
 Otro día  más, 
perdida entre el engañoso humo de un amargo café, 
continuo aquí, inmóvil,  invadiéndome de  rutina y sin sabores, 
hueca de esperanza. 
Sigo aquí, preguntándome, que puedo hacer ante este hábito inveterado 
que me inunda de rabia e impotencia; atada de pies y manos, sin más escapatoria que, 
estas desahogadas letras que ruedan a través de un  gélido teclado.  
 III 
Hoy, la lluvia acentúa mi tristeza, 
en el patio sin aire  donde cada atardecer 
se desvanece ante mis ojos el confín de mis sueños. 
Hoy, el día es gris, más gris que de costumbre, 
y no tengo ninguna ventana la cual pueda abrir 
para gritar y escupir las babas que no dejan de ahogarme 
en este  desierto callejón, ausente de vida. 
IV 
Nuevamente amanece, sin ninguna certidumbre, 
sin absolutamente nada que me haga sentir un ápice de calor en mis venas. 
Me ubico frente al espejo por un instante, intentando ver más allá de mi interior, 
pero me flaquean las fuerzas, y no logro, o quizá, no quiera, verme con claridad. 
Sé, que debo tomar una decisión, debo arrancarme de una vez y para siempre estas insoportables cadenas
que, oprimen mis pensamientos disolviéndolos como gotas de agua. 
V 
 Miro fijamente el teléfono, esperando impacientemente que emita algún sonido, pero lo único que escucho es el aullido de mis tripas revolviéndose en la rutina de mi reminiscencia; tan sólo me salva el anhelo con el que te escribo, es tanto, que, siento fluir la tinta entre los huecos de mis dedos…
 Imagino el cielo, porque desde aquí me es imposible verlo, estoy al borde del abismo, lanzo una moneda al aire, ¿cara, o cruz?,  la suerte ya está echada en el arcón de los deseos, supongo que, ya es hora de marcharme 
de este  fatídico lugar… 
 ¡Decido!   
Luisa López Gómez