Caracoles por la tapia
contra espalda,
proyectil en ira
órbitas.
Miedo en los dedos, en los hombros
en las sienes miedo.
Los segundos enferman, envejecen
pues la sentencia los amamanta.
El invierno se aproxima
mientras las algas adormecen
y el musgo brama a la pólvora
que ahora solo es esquina,
esquina que horada.
Serán mensaje mi bota, sin cordones,
mi peine mellado
la fotografía
en el barro,
mi herrumbrosa navaja.
Mi hijo espera
es la hora de comer
los caracoles por la tapia
y la sangre, la sangre que resbala.
Francisco Carrascal
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