domingo, 6 de diciembre de 2015
VIAJE A LA PIEDRA
De mi lengua despiertan las aves de la noche
y el idioma del hambre,
estoy pensando en ti como se piensa en la avaricia,
penetrada de aliento.
Tú cruzas la respiración y los escombros
y juegas a mi nombre,
yo, viajo hacia la piedra.
Sucedo en el desorden
mientras las piernas gritan el lenguaje del vértigo
y la palabra cae,
extensa
como tu cuerpo en la memoria,
el yugular gemido,
la sangre con sus perros.
Viajo hacia la piedra, sí,
donde la voz gotea las manzanas obscenas
y bebo un corazón
y escupo pájaros:
putas golondrinas que regresan siempre.
Sara Castelar
sábado, 5 de diciembre de 2015
EL VERBO SE ADELANTA
“Este saber no
sabiendo
es de tan alto
poder
que los sabios
arguyendo
jamás le pueden
vencer
que no llega su
saber
a no entender
entendiendo
toda ciencia
trascendiendo.”
SAN JUAN DE LA CRUZ
El verbo se adelanta, y me toca
hay algo de mí en su lengua de aire
en la anchura del frío, amaneciendo.
El verbo se adelanta, corrige el señuelo de la noche
y despierta un silencio sonoramente largo
donde todo se oculta
pero existe, así, intuido y abierto.
Amo la libertad que el aire arroja para mí,
soy la niña que aúlla con su disfraz de bosque
sobre la humedad volátil y el salitre,
amo el despertar despedazado por los ojos
donde se forma el vuelo;
hembra que construye la redondez del mundo.
El verbo se adelanta, sí, conmigo adentro,
y todas las razones giran
y los sentidos giran
y una muchacha gira con mi nombre y mi pelo.
Inventaré un cuerpo, y lo llamaré mío
y no entenderá la boca de la tierra
ni los pronombres débiles
de un himno que no sangra
o la forma que tienen de morir los cipreses:
sobreviviendo.
Sara Castelar
viernes, 4 de diciembre de 2015
MIMARIO V
Has venido a mi pecho y en sus muros
se escuchan los cerrojos gravemente exhaustos,
es el temblor del mundo y sus raíces
bajo los patios largos que albergan la pureza
o la memoria frágil de los niños,
volaron las palabras entre las golondrinas
y cayeron del aire sus ruidos hambrientos.
Qué oscuridad tan lenta bordea el almanaque,
cubre la edad un cirio adormecido
que delinea el tiempo entre el cielo y la sombra.
Te acerco un faro virgen para cada tormenta,
un presagio de luz que lentamente crece
en la fugacidad del aire
y se enciende en el pecho como un metal furioso.
Porque caminaste enfermo de rosas y salitre
y te cayeron nidos sobre tus pies de niño
y los árboles grises te anudaron sus lenguas,
yo te arrullo la noche y los cordeles
la percusión del nombre en el destierro,
la quema de sus himnos.
Los caballos son rastros en la arena vencida,
nada saben del mar.
Sara Castelar
jueves, 3 de diciembre de 2015
LA MEMORIA IMPERFECTA XV
El poema acude,
la sangre suena a agujas y a mordiscos
a esos ríos que agitan las arterias
como un temblor de cuerdas amarillas,
y suenan las ventanas a domingo
y el miedo suena a miedo,
tan sólo suena a miedo.
No ha llovido a este lado de la noche
y las cosechas mienten tras los escaparates,
mienten las muchachas en sus torres salinas
y miente la madera corroída de años.
Hay una verdad tan pura que a nadie se parece.
Entonces tú regresas,
escribes con la noche los indecibles árboles
y toda oscuridad se agota.
Ya viste los arbustos brotar entre los dedos
el verso detenido en la ternura del pájaro
la sequía salvaje de sus huellas
y sus crujidos largos como lenguas de insecto.
Tú ya no tienes nombre, eres sólo el arbusto
y sigues naciendo de su sombra abolida.
Sara Castelar
miércoles, 2 de diciembre de 2015
LA MEMORIA IMPERFECTA IV
Se apagaron los puentes
y todo se inundó de exilio, entonces
las iglesias fundaron sus corredores mudos
y la oscuridad entera sopló sus golondrinas.
Tú escuchabas la voz de los cordeles y el silencio
más puro,
la levedad que suena con la tarde falseando las fechas.
Pero ahora es invierno adentro de los ojos
y la paz corrosiva del silencio aguarda la memoria,
la ama, la transforma.
Aún lloras la palabra ilesa, su piedra o su cordura;
porque ni el rubor punzante del acero
ni el tibio despertar de las semillas
valieron el vientre de la madre.
Vuelves a caer desnudo a través de la noche
y abrazas cada límite.
Nada retorna
sólo el poema espera.
Sara Castelar
martes, 1 de diciembre de 2015
EL PULSO VIII
Sí, perdóname el cuerpo,
perdóname la sangre que me late, roja y sucia
que me embiste por dentro y se contiene
para no salir de golpe hacia tu corazón dormido,
desnudo de niñez, ciego de árboles.
Haz de mí un animal sonoro
y dame la palabra para que la mastique
para hacer con ella ave funeraria o pedregal
donde el tiempo nombre sus raíces
y sume al alfabeto su condición de espora,
vida de cuantas vidas sucesivas leguen sus multiplicaciones.
Dame la voz enferma, mutilada
para que sólo yo la escuche y la consuele
y me inyecte en los años la mitad del dolor
que por tu faringe cruza
o cae,
como sonámbulo erial de invierno.
No perdones los ojos, los ojos de mi madre,
las colecciones de ojos que apuntan a la nuca,
los ojos de mis hijos, de los hijos varones de la noche
o de las hijas ciegas que cuelgan del deseo.
Marca con el dedo cada franja de blanco,
cada pregunta que en la luz detiene la retina
y en un himno carcelario condena la hermosura.
Derríbame en la rabia de mil generaciones
y sígueme desnudo, muerte adentro,
con la boca cosida de cadáveres
hasta poder fingir, como Pessoa,
que alguna eternidad nos alimenta.
Sé verdugo de todo cuanto nombre
y deja que me incline para morir despacio
mientras siembro naciones en el verbo,
hazme negación y tinta,
pero deja este armazón que late
y me sostiene
para que te columpie,
para que te resbale como gota incendiaria
y amadamente tuyo surja de tus huesos.
Ahora que caemos sobre el día
ya sin alas
y el corazón nos ata con el látigo agudo de la tierra,
haz con tu voz un nido
y perdóname el cuerpo.
Sara Castelar
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