miércoles, 12 de diciembre de 2007

Alter ego

De Cesar Pavese: ALTER EGO



Desde la mañana al ocaso, yo veía el tatuaje
en su pecho sedoso: una mujer rojiza
incrustada, como en un prado, entre el pelo. Allí
debajo
brama a veces un tumulto que sobresalta a la mujer.
Transcurría el día entre blasfemias y silencios.
Si la mujer no fuese un tatuaje y estuviese viva
y aferrada a su pecho peludo, ese hombre
bramaría aún fuerte en su pequeña celda.

Callaba, tendido en el lecho, con los ojos abiertos.
Un profundo hálito de mar ascendía
de su cuerpo de huesos grandes y recios: estaba
tendido
al igual que en cubierta. Pesaba sobre el lecho
como quien ha despertado y podría saltar de él.
Su cuerpo, salado por la espuma, chorreaba
un sudor solar. La pequeña celda
era insuficiente para el alcance de una mirada suya.
Al verle las manos, se pensaba en la mujer.

Versión de Carles José i Solsora

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El bello verano dejó una huella imborrable en mi.
Besos

Fernando dijo...

bien...besos.

albalpha dijo...

el alcance de una mirada suya...
abrazos

Simplemente Olimpia. dijo...

En tan cortas frase cabe la historia de quien asesinó su amor y paga su condena.

Olimpia.