lunes, 26 de enero de 2009

Enhébrame a la muerte del ocaso




Enhébrame a la muerte del ocaso,
Se la noche espesa,
la mano trenzadora de Penelope,
el sabio río por donde se escapen mis palabras,
la llaga, la levadura,
el sarmiento herido por el rayo.
Se la dudosa daga,
la dulce dicha,
el ardiente saludo de una boca,
la silenciosa felación,
la rima de un poema,
el canto sin pudor,
la ocarina de viento en mis oídos.
Se violenta, incruenta,
celosa y libertina,
apura lo que nos queda de esta última noche
porque anda sembrada de incertidumbres
y vuelan como el fuego los presagios.


Fernando Sarría


3 comentarios:

ybris dijo...

Hacerse noche torturadora.
¿dulce?
Debe de ser la dulzura de la violencia reclamada.

Un abrazo.

irene dijo...

Apurar la noche, sin incertidumbres ni inciertos presagios.
Un abrazo.

Olga Bernad dijo...

El penúltimo verso me lo quedaría.