Frío y niebla en las calles
de halos etéreos,
almas incandescentes de efímeras bellezas
y un muro solitario sombreado por ellas.
Miedo a lo trágico,
a lo convulso,
desconocido,
y a las brunas honduras de frágiles destellos.
Frío y niebla en las calles
de halos etéreos,
mientras vibran las luces
de utópicas luciérnagas en vidrieras de plata.
Anhelos por caricias que preceden romances,
por miradas cerúleas,
por bocas encarnadas
que exhalan intenciones de hablar lenguas extrañas.
Frío y niebla en las calles
de halos etéreos,
de imágenes oníricas,
de márgenes de tiempo;
donde un ángel con versos de color pergamino
quizás escriba,
sobre el lienzo nocturno,
las perfumadas letras de un íntimo susurro.
Pablo Delgado
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