Gabriel Sopeña
Lisboa
Lisboa era brisa de Alfama y de mar,
mar como lanzada de sal sin secar.
Lisboa era el mundo, Lisboa era la luz,
Lisboa era mía, Lisboa eras tú.
Lisboa era un puerto donde yo atraqué,
Lisboa era un sueño dentro de un cuartel
que tus labios dulces supieron romper.
Lisboa te amaba, como yo te amé.
Derramando besos llegué hasta el final,
donde las palabras no quieren hablar.
Me serví otro trago, y otro trago más:
Lisboa era el paso hacía la eternidad.
Lisboa pedía el poema mejor,
la mirada más tierna, flores, la voz,
la sangre más joven de mi corazón.
Lisboa era el tiempo, Lisboa era yo.
Lisboa de barcos, turquesa y hollín;
Lisboa y tu pecho, Lisboa y carmín.
Lisboa era un verso, Lisboa era el sol,
Lisboa no tenía herida. Y lloró.
Lisboa fue lluvia, tabaco y canción;
Lisboa fue como un desgarro de ron
que prendió en la almohada cuando amaneció.
Lisboa gritaba cuando dije adiós.
Lisboa me grita veinte años después,
la voz más amarga, más dura que ayer.
Lisboa me cuenta que te abandoné
y Lisboa te ama,
como yo te amé.
En el libro Los chicos están bien
Poesía última
Edición de Manuel Vilas
domingo, 26 de agosto de 2007
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